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Después del maremoto, vinieron las olas de lava. Poco a poco se deslizaron por todo el fondo marino hasta que sobresalieron del océano. De aquella zarandeada ya pasaron tres millones de años y hay testigos vivos: Socorro, Clarión, San Benedicto y Roca Partida, cuatro islas que pertenecen al secreto más remoto y bello del Pacífico mexicano, el archipiélago de Revillagigedo.
Este Patrimonio Mundial, nombrado por la Unesco el pasado 19 de junio, pertenece al estado de Colima, pero las navieras que llevan a explorar las islas —como Nautilus Explorer— prefieren emprender el viaje desde Los Cabos; así el tiempo de navegación dura 25 horas, de lo contrario habría que sumar otras seis u ocho si se partiera de Manzanillo (970 kilómetros de distancia).
Los barcos tienen lo necesario para aligerar la travesía que dura nueve o 12 días, según el itinerario contratado: desde jacuzzis en cubierta con bocadillos y vino, charlas con guías naturalistas, proyección de películas al aire libre, hasta buceo nocturno con tiburones sedosos (muy parecidos al blanco, pero con los ojos más grandes).
La puerta de entrada
El ancla se lanza sobre la superficie de San Benedicto. Los conos de ceniza que dejó la erupción del volcán Bárcena le dan al paisaje un aspecto marciano. En tierra, las caminatas para subir al cráter Herrera son las preferidas, aunque eso signifique enfrentarse con las constantes avalanchas de ceniza.
Este es un santuario de aves. A cada paso se van encontrando nidos de pájaros bobos enmascarados y pardelas colicuña, que es el ave marina en mayor peligro de extinción del continente americano. Sus crías tienen la peculiar característica de parecer bolitas de plumas blancas suaves; pero los adultos son tremendos ejemplares con alas que, extendidas, pueden alcanzar hasta cinco metros de punta a punta.
Las embarcaciones de Nautilis Explorer saben que estas aguas también son frecuentadas por ballenas jorobadas, sobre todo de noviembre a marzo. Por eso, ofrecen un buceo con micrófonos acuáticos para escuchar su canto.
Al espectáculo pueden darse cita familias de hasta 300 delfines y tiburones martillo; una verdadera danza submarina.
Huéspedes gigantes
Isla Socorro es la reina, su tamaño y diversidad de flora y fauna la hacen verdaderamente especial. Es custodiada por el volcán Evermann, cuya actividad es constante al arrojar fumarolas y crear zonas de aguas termales. Pero también es la casa de mantarrayas gigantes.
Estas criaturas son visibles desde la superficie, aparecen como un manchón negro, pero es necesario vestir nuevamente el traje de buzo —obligatorio contar con la certificación de buceo— para admirar su nado apacible.
Los guías naturalistas que acompañan la expedición recomiendan colocarse debajo de ellas y dejar que poco a poco se acerquen: son curiosas y les gustan las burbujas que se crean cuando el buzo exhala a través del regulador de aire.
La claridad del agua permite mirar cada parte de su gran cuerpo; sus aletas pectorales llegan a medir de cinco a ocho metros y se contemplan a menos de 30 centímetros de distancia. Tocarlas está prohibido. No se observa solo una, sino más de 15, a veces les siguen atunes de aletas amarilla y jureles.
En Isla Socorro, la travesía se detiene por dos o tres días para tener la oportunidad de conocer sus bosques que esconden un secreto evolutivo: los árboles se han adaptado a los huracanes y, cuando éstos los tumban, basta con que cualquier parte del árbol toque suelo para que vuelva a echar raíz. Eso les da formas caprichosas y les hace ser llamados “árboles caminantes”.
La casa de los albatros
Isla Clarión es la siguiente parada en el viaje. Los únicos seres humanos que la habitan son los guardias de la Estación de Avanzada que la Secretaría de Marina–Armada de México mantiene para la protección de todo el archipiélago, también declarado Reserva de la Biósfera.
El barco ancla frente a la Bahía Azufre, hay que saltar al mar para poder tocar tierra; no hay zona de desembarque. Lo primero que resalta al poner un pie sobre los pastizales, es el plumaje blanco de los albatros, llamados “aves de la eterna juventud”, ya que su cuerpo y capacidad reproductiva permanecen sin cambio durante sus largas vidas (de 40 a 60 años).
Los albatros pudieran parecer torpes en tierra, pero son los reyes del cielo. Una vez que emprenden vuelo, planean durante horas sin la necesidad de aletear más de una vez.
Clarión es una especie de “hospital de maternidad”, porque aquí nacen ballenas jorobadas, tortugas verdes, lagartijas azules, culebras y el pez insignia de la isla: el ángel de clarión. Su color naranja contrasta con el azul del agua y es fácil de encontrar practicando esnórquel.
Cuando la noche cae sobre esta isla, es momento de salir a buscar las huellas que dejan las hembras de tortuga verde al salir de mar en busca de un lugar para desovar. Se les puede encontrar prácticamente todo el año, al igual que todas las otras especies de peces y mamíferos que habitan en el archipiélago.
En las profundidades de Roca Partida
Es la isla más pequeña, incluso algunos investigadores la catalogan como islote. Roca Partida es la cima de un volcán extinto, que se eleva 15 metros sobre el mar y desciende verticalmente a 60 metros de profundidad.
El buceo se practica para observar tiburones ballena, pero también la migración de tiburones martillo que buscan las aguas frías de esta isla entre mayo y agosto. En una sola inmersión se le puede dar la vuelta al pináculo.
El viaje de regreso a Los Cabos inicia: 400 kilómetros nos separan de casa.
GUÍA DEL VIAJERO
Quién te lleva
Para visitar el archipiélago Revillagigedo es obligatorio hacerlo a través de una touroperadora, ya que ésta se encarga de gestionar los permisos de entrada.
Nautilus Explorer inicia su temporada de viajes en noviembre.
Precio: desde 2 mil 800 dólares por persona; incluye pernocta en camarote triple con vista al mar, alimentos y actividades. Las salidas se realizan desde Los Cabos, los vuelos corren por cuenta propia.
www.nautilusexplorer.com
En línea
Para aprender más sobre el origen de las islas y su flora y fauna, entra al sitio:
www.conanp.gob.mx
SCHSC