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OAXACA
La piel “se pone chinita”. Hay un estruendo en el Auditorio del Cerro del Fortín. Es la ovación a las señoritas de San Juan Bautista Tuxtepec al hacer su tan esperado cepillado: esa formación perfecta, un vaivén adelante y hacia atrás, hombro con hombro, impulsándose con delicados pasitos en total sincronía: cada una con su piña. Las niñas de la danza Flor de Piña no tienen más de 22 años. Todas son hermosas, dicen, los espectadores, y no mienten. Lucen huipiles coloridos, trenzas enrolladas en listones. Suben al escenario con garbo. Sonríen sin fingir porque saben que se lucen, representan a su comunidad y porque, tal vez, ésta sea la única ocasión que puedan hacerlo en una Guelaguetza.
La gran fiesta de Oaxaca no es el bailable de la escuela, tampoco la presentación del ballet folclórico de un domingo en Bellas Artes, mucho menos un espectáculo hechizo de Disney para atraer a los gringos. Es una expresión auténtica de cada una de las ocho regiones del estado. Son las danzas de su vida cotidiana durante las fiestas del pueblo: en las bodas, funerales, mayordomías y las que manifiestan sus costumbres, como la Danza de los Negros en Día de Muertos, cuando guían a las almas de sus difuntos por varias comunidades para que prueben las viandas que los vivos han preparado.
Guelaguetza. La palabra zapoteca significa compartir, ofrendar. Por eso, al final de cada danza, los bailarines arrojan al público pan, dulces de tamarindo, chocolate, tamales, chiles, sombreros, figuritas de barro y hasta piñas.
Hay que ponerse listo, no solo para atrapar los regalos y evitar que el vecino se los robe, también para no provocarse un chichón por no ver que un mango petacón viene directo a la cabeza.
También los espectadores aquellos que van con ganas por primera vez y los que van un poco a la fuerza por acompañar a otros se emocionan al ver el auditorio completo agitando sus sombreros de paja con la Canción Mixteca. Hay que reconocerlo. Lo mismo pasa con la Danza de la Pluma. Sus danzantes portan penachos vistosos que pesan alrededor de cuatro kilos, según me cuenta uno de ellos. Y después, todo el mundo espera ese baile de caderas de las mujeres de Pinotepa y sus versos costeños y picantes.
Si se elige la función de la tarde, el evento termina con toritos y fuegos pirotécnicos. De los toritos también hay que tener cuidado en las primeras filas. Sacan chispas potentes que pueden caer en la ropa de los espectadores. Pero no pasa nada más que un simple agujerito en la manga de una camisa o un suéter.
Esto lo tienes que saber
Hay un comité que visita en promedio 80 comunidades al año de las ocho regiones de Oaxaca para elegir a las mejores, basándose en vestuario, música y bailes auténticos del lugar. El mismo baile puede variar de una comunidad a otra, aunque pertenezca a la misma región.
Javier González, coordinador de Atención a Delegaciones me cuenta que ensayan al menos cuatro meses antes de la Guelaguetza.
Los miembros del cuerpo de baile son propietarios de los trajes que portan. “Muchos trajes son herencias de los abuelos y bisabuelos, por eso algunos se verán un poquito desgastados, pero ellos los elaboran, sobre todo los que están hechos en telar de cintura y en telar de pedal”.
La Guelaguetza se va, mañana son las dos últimas funciones. Las danzas varían por la mañana y por la tarde, pero Flor de Piña nunca falta.
HERRAMIENTAS DE VIAJE
Si vas a Oaxaca en auto
Toma en cuenta que puede haber bloqueos en la carretera. No pasa nada, solo tardas más tiempo en llegar. Muchas veces el paso está libre.
No te la puedes perder
La Feria Internacional del Mezcal termina hasta el 6 de agosto en el Parque El Llano.
En línea
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SCHSC