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La gran mayoría de las comunidades rarámuris permite a los extraños observar sus ceremonias y participar en sus procesiones y bailes de Semana Santa.
No cualquiera puede entrar “como Pedro por su casa. El viajero debe ir acompañado de una persona conocida por el pueblo. Pero al final, la euforia que provoca el tesgüino los vuelve camaradas de todo el mundo, cuenta Gustavo Lozano, un guía que conoce las Barrancas del Cobre como la palma de su mano.
Sin tesgüino, no hay qué celebrar. La bebida de maíz fermentado es un regalo de Onoruame, de Tata Dios. Se ofrece al Sol, a la Luna, a los cuatro puntos cardinales.
La indumentaria, la pinta en los cuerpos y las ceremonias varían de una comunidad a otra, pero en esencia simbolizan lo mismo: la lucha del bien contra el mal.
Los chabochis son los malos, los que no son rarámuris o de cualquier otra etnia. Según la comunidad donde estén, los hombres se pintan completamente de blanco, o rayas blancas con negras, o motas en todo el cuerpo. Algunos portan cuernitos y otros sombreros con plumas de guajolote. También se llaman así mismos los “borrados” y de repente hacen travesuras durante los festejos.
Los chabochis enfrentan una lucha con los soldados, los buenos, que pueden vestir calzón, banda en la cabeza y camisas de colores vibrantes y abombadas. Sus danzas y guerras se amenizan con tambores y, a veces, violines.
Los días más importantes de la celebración de la Semana Santa o Comonorirawachi son de jueves a sábado. En este último sacan a pasear Jesucristo, a María y a un Judas hecho de paja y tela, al que le dicen groserías en su lengua, le tiran flechas y lo queman.
Una de las fiestas más llamativas es la que se celebra en Norogachi, a unas tres horas de Creel, punto de partida a los principales atractivos de la Sierra Tarahumara. Gustavo también sugiere asistir a las celebraciones de Cusárare, a unos 19 kilómetros de Creel, y de Panalachi, cerca del Pueblo Mágico de Batopilas, ubicado en el fondo de un cañón.
Durante tu viaje
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Tel. 5001 5712. www.journeymexico.com