Los músicos callejeros son parte del paisaje de Bruselas, la capital belga y sede de la Comisión Europea, cuyo Ayuntamiento distribuyó en 2014 un total de 502 autorizaciones para tocar en la calle, de las que se beneficiaron 257 artistas.

“Necesitamos la autorización para actuar, y para conseguirla hay que pasar una audición o presentar el título del conservatorio”, explicó Kasia Majchrzak, oboísta polaca que ofrece su espectáculo en la calle du Marché aux Herbes.

Kasia se formó en Polonia, donde llegó a tocar en ocasiones en salas de concierto. Sin embargo, hace algo más de un año que, recién llegada a Bruselas, decidió probar suerte en un escenario completamente distinto: la calle. Hoy logra vivir de las propinas de los paseantes.

Kasia toca tres y hasta cuatro horas diarias. “Me va mejor por las tardes, cuando la gente pasea ya sin prisas, porque mi show se basa en temas lentos”.

La polaca decidió lanzarse a esta peculiar forma de existencia tras descubrir que unos amigos violinistas lograban vivir de la calle. “Vi que podía compaginarlo con los estudios, y me pareció una gran manera de conseguir dinero”.

Dado que los músicos son muchos y los puntos autorizados para actuar limitados, la competencia es alta. “A menudo hay que hacer una larga fila para coger sitio, y estamos obligados a cederlo después de una hora, con lo que debemos aprovechar el tiempo”.

Cada mes, el Ayuntamiento de Bruselas concede 50 autorizaciones con una validez de 31 días. Un artista residente en Bruselas puede recibir hasta seis autorizaciones al año.

El objetivo de este sistema es “dar la oportunidad de actuar a todos los artistas, porque son muchas las demandas que recibimos”, indicaron desde el Servicio de Cultura.

De paso
El joven italiano Alessandro Vasta lleva varios meses con su guitarra por el centro de Bruselas. “Es una ciudad estupenda para tocar, muy abierta, uno se siente cómodo aquí, cantando para japoneses, americanos, gente de India. Es reconfortante el contacto tan vivo con el público”.

Este intérprete ofrece en su repertorio clásicos como el Hallelujah de Leonard Cohen (“El que más propinas me da”, asegura),y confiesa que está en Bruselas de paso.

“Primero estuve tocando en Berlín y planeo ir a Portugal. Probé en España, pero allí estaba muy complicado”.

Alessandro no posee ningún diploma, así que tuvo que pasar la audición, donde “lo único que te exigen es que tengas un nivel profesional, y enseguida puedes empezar”.

Bruselas quiere dejar un espacio a los artistas. El reglamento es una manera de armonizar el espacio público, porque hace falta que artistas, vecinos, trabajadores y turistas lo compartan de la mejor manera”, añaden.

Tres dólares
Dylan, californiano, no tiene autorización, pero lleva varios días tocando clásicos del rock para los turistas en las aceras. “Me iré cuando haya recogido suficiente dinero para el pasaje de autobús”, explica.
Recorre Europa con una guitarra y una mochila, sobreviviendo y viajando con las propinas que le dejan los viandantes. “Ahora mismo tengo tres dólares en mi cuenta corriente, asegura.
Viene de tocar en España, Croacia, Francia y Holanda, “pero Bruselas es la mejor, porque es un sitio muy artístico y el público, de lo más acogedor, con gente de todas partes y de todo tipo”.

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