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En las antípodas de los destinos turísticos superpoblados está la opción de irse de vacaciones exactamente al medio de la mismísima nada, a disfrutar del silencio, de la soledad, de la ausencia de ruido de tráfico, de la carencia de muchedumbres. Y estos cinco destinos se caracterizan por eso: nadie, nadie, nadie. O casi.
1. Las islas desiertas de Indonesia
A mitad de camino entre Malasia y Nueva Guinea, Indonesia es un paraíso insular en pleno sudeste asiático. Sus islas, en medio del agua azul, se caracterizan por lo agreste y, aunque carecen, muchas veces, de infraestructura básica, son una invitación a la soledad y a la aventura.
Por qué lo elegimos: la fantasía de la isla desierta, donde nada ni nadie pueda molestar, es una realidad viva en Indonesia. Ideal para quienes gusten de acampar o dormir en cabañas y estar en contacto pleno con la naturaleza.
Lo imperdible: las playas de la isla de Siroktabe y sus aguas tan calmas como transparentes son perfectas para el esnórquel. Las islas Amparo y Gambolo tienen cabañas rústicas en alquiler y un servicio de guías locales para recorrerlas, aunque se puede prescindir de ellos para un máximo aislamiento de la civilización.
Cómo llegar: de Yakarta se toma un vuelo de Garuda, la aerolínea de bandera indonesia. Los servicios hacia las islas más pequeñas salen desde Java, pero también desde las islas de Sumatra y Batam, por lo que un vuelo de cabotaje puede ser necesario. Para llegar a las islas, los transportes más populares son el ferry y las canoas motorizadas.
2. Es Talaier, en Menorca, España
Las Islas Baleares son un destino de playa tradicional entre el público europeo e internacional en general, por lo que sus balnearios están atestados. Pero, Es Talaier, en Menorca, aún es recomendada por los operadores de turismo locales como uno de los lugares más tranquilos.
Por qué lo elegimos: las playas de Menorca son calas aisladas unas de otras, rodeadas por rocas. El agua turquesa, la arena blanca y el cielo brillante son parte de un paisaje perfecto.
Lo imperdible: además de las playas, Menorca tiene excursiones a sitios arqueológicos con ruinas que datan de la civilización fenicia en adelante.
Cómo llegar: el mejor camino hacia las Islas Baleares es a través de Barcelona, de donde salen vuelos de cabotaje low cost. A Barcelona se vuela vía Madrid. Incluso, pasando por París hay tarifas más económicas. A la playa de Es Talaier se llega en auto, desde Citadella (a 45 kilómetros del aeropuerto más cercano) aunque los puntos más próximos donde estacionar son Son Saura y Cala Turqueta. Luego hay que caminar aproximadamente un kilómetro. Pero la soledad del paraje bien vale el paseo.
3. Jungfrau, la cima de Europa
Aun cuando no es un destino completamente desértico -el alojamiento es en hoteles, por lo que cruzarse con otra gente es inevitable- Jungfraujoch, en Suiza, es un lugar definitivamente aislado de la civilización: la estación ferroviaria europea ubicada a mayor altura (3,454 metros sobre el nivel del mar) y hotelería en medio de las montañas.
Por qué lo elegimos: pocos lugares permiten disfrutar del paisaje de los Alpes suizos como éste, en medio de las montañas y desde la altura. Abierto todo el año, pese a la inclemencia del invierno... o, para los amantes del clima extremo, mejor aún en pleno invierno.
Lo imperdible: hacer todo el recorrido en tren, bajando en las paradas intermedias para disfrutar el paisaje, es solo el comienzo. El glaciar Aletsch y el Palacio de Hielo, además de las excursiones por las laderas nevadas, son una experiencia única.
Cómo llegar: en avión a Zurich y luego en tren, hacia el sur, a las montañas. American Airlines vuela a Zurich vía Nueva York y Madrid, Alitalia pasando por Roma y Air France por París. Muchas agencias de turismo venden un tour que incluye ida y vuelta en el día, aunque los amantes de la tranquilidad lo desaconsejan: el viaje en tren es largo (cerca de cinco horas), por lo que se pasa más tiempo sobre rieles que en las montañas. Lo ideal para los que quieren la paz de las laderas nevadas es quedarse un par de noches. Laponia,
4. Finlandia, tan cerca del polo norte
Los lapones se adjudican la residencia permanente de Papá Noel. Y, sí: están tan cerca del Ártico que no es difícil imaginarse que en ese paisaje pueda esconderse una fábrica de juguetes llena de elfos.
Por qué lo elegimos: la Laponia finlandesa es la región más al norte de toda la Unión Europea. El paisaje siempre blanco, su gente amable y una atmósfera constante como de aldea de cuento lo vuelven un destino de turismo tan pacífico como inolvidable.
Lo imperdible: el Castillo de Hielo (hotel y bar) en la ciudad de Kemi son un paso obligado. Los lapones no construyen solo con hielo, sino también con nieve compactada, sobre la que tallan motivos a modo de decoración. Los paseos en trineos tirados por renos son un atractivo turístico tradicional (alerta de cliché: hasta hay paseos donde el trineo es piloteado por Papá Noel). Pero, el mayor espectáculo natural, estando tan cerca del Polo Norte, son las auroras boreales.
Cómo llegar: la ciudad más importante de la región, como para hacer base y recorrer, es Rovaniemi. Air France ofrece vuelos.
5. Parque Nacional Baritú, Salta
Baritú es uno de los parques nacionales más agrestes de Argentina, además de uno de los menos visitados. Casi en la frontera con Bolivia, cuenta con más de 70 mil hectáreas de selva. Imprescindible entrar acompañado por el guardaparque.
Por qué lo elegimos: este parque no tiene senderos marcados, ni señalizació0n que indique por dónde ir, ni ninguna clase de infraestructura. Es adentrarse en el monte y la selva misma, como descubriendo un nuevo mundo.
Lo imperdible: dentro del parque hay una comunidad local. Además de visitarlos para conocer sus costumbres, alquilan caballos para recorrer la zona. Buscar arroyos en medio de lo agreste y ver correr sus aguas, toda una experiencia. Los especialistas recomiendan evitar este destino en verano, por las altas temperaturas y la cantidad de insectos.
Cómo llegar: de Buenos Aires a Salta (tanto Aerolíneas Argentinas como Lan operan vuelos diarios) y luego en auto. Se recomienda el alquiler de vehículos todo terreno. Por tierra, desde Orán, por la Ruta 50, pasando por Los Toldos (el pueblo más cercano al parque, con infraestructura hotelera y gastronómica, buen lugar para hacer base.