La genética parece tener una explicación para todo. Ahora resulta que el “espíritu viajero” se debe a un gen. Al menos eso refiere el portal Traveler.es
La idea del ADN viajero proviene de un blog en el que se publicó un estudio revelador. Dicho informe se remonta a las primeras migraciones que tuvieron lugar en África hace unos 50 mil o 70 mil años. Y aquí entran en juego dos genes: el DRD4, ligado al comportamiento y a la motivación; y una variante de este mismo gen, el DRD4-7R, que sería el causante de la inquietud y de la curiosidad en cada personalidad. Éste último es el que impulsa a las personas a tomar riesgos, a investigar... En resumidas cuentas, a explorar el mundo. Aquellas personas que comparten raíces con culturas migratorias tienen un mayor número de posibilidades de esconder la variante DRD4-7R.
La dopamina (como confirma el Centro Nacional de Biotecnología americano) también tiene un papel relevante en toda esta historia, ya que los niveles de esta hormona que se encuentra en el cerebro vendrían determinados por el gen DRD4, dentro del cromosoma 11. La dopamina es la encargada de regular los niveles de placer en el cerebro. A las personas con el gen DRD4, viajar les provoca placer, lo cual indica que tendrían un mayor nivel de hormonas derivadas por la presencia de este gen.
A pesar de los millones de viajeros en el mundo solo “20% de los habitantes lo tendrían (quizá activo, quizá inactivo) y un 10% habría manifestado que se encuentra, efectivamente, activo”, según un estudio publicado en el Diario Oficial del Comportamiento Humano.
Pero, todo siempre tiene un pero, al agregar a la ecuación la variante 7R (que se refiere a la “inquietud”) podría llevar a los que lo portan a tomar decisiones incorrectas para el bienestar propio. Otro lado negativo de la variante 7R es que ha sido hallada en personas con trastorno por déficit de atención con hiperactividad.