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MONTREAL, Canadá — Poco faltó para arrepentirme cuando miré a través de la ventana. No paraba de nevar y el termómetro marcaba 11 grados bajo cero. ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo se me ocurría salir a la intemperie en traje de baño? Estaba a punto de recibir un tratamiento de choque térmico de agua fría y caliente en el spa Bota Bota, instalado en un barco que navegó hace 60 años y ahora permanece anclado en el viejo muelle de Montreal.

Desde ahí veía el río Saint Lawrence congelado y la silueta gris y melancólica de edificios cubiertos de neblina.

Esa aguerrida costumbre de someter el cuerpo a temperaturas extremas proviene de los finlandeses, quienes, después de un baño sauna, se sumergen en las aguas gélidas de ríos o lagos. Ahora, yo participaría en esta locura.

Era tiempo de dejar el sauna y salir a la cubierta del barco. En cuanto abrí la puerta el impacto del frío fue brutal: los vellos se erizaron y por un segundo no pude respirar. La piel ardía. No sabía si enroscarme o regresar corriendo al interior. Ese trayecto de la puerta al jacuzzi, que era de unos cuantos pasos, pareció durar una eternidad.

Sumergirme en el agua tibia fue de gran alivio. Pero la indicación era mantenerse ‘a salvo’ solo unos cuantos minutos. Los copos de nieve caían perdiéndose en el vapor que despedía la alberca. Mi cabello quedó cubierto por diminutos cristales de hielo. Dejé de sentir la nariz, las orejas y las mejillas, pero aun así los chorros de agua a presión sobre mi cuello y espalda, y el silencio, me relajaron profundamente.

El siguiente paso fue una hazaña para la que más me valía no reflexionar demasiado: salir del agua calientita, tomar la bata, volver al interior del spa y hundirme en una pileta de agua a cero grados. Tras correr hacia el interior, me metí a una gran barrica de madera. Un letrero sugería hundirse de pies a cabeza. No fue del todo traumático, aunque algunos de los otros visitantes salían corriendo al sauna con cara de terror.

La dinámica continuó así: sauna, alberca de agua fría, vapor con esencia a eucalipto y de nuevo agua fría. El staff del spa recomienda repetir el ritual unas tres veces. Para mí bastó una vuelta: después de eso el sueño me venció en un enorme puff en la sala de relajación.

Mientras yo dormía, algunos otros visitantes tomaban té mientras miraban por el ventanal hacia un viejo contenedor del puerto, una inmensa estructura que se ha convertido en un emblema de esta zona de la ciudad.

Valió la pena el trance: mi cuerpo descansó como nunca y mi mente se fue a otro planeta. Mi piel quedó más suave y las piernas más firmes. Creo que ese es el secreto de muchas canadienses de figura envidiable y sin rastro de celulitis.

Bota Bota no es el único lugar para un choque térmico. En la localidad de Rosemeré, a una hora de camino de Montreal,  se encuentra el Spa & Hotel Le Finlandais. Es un paraíso de bienestar, provisto de baños térmicos y cascadas nórdicas. Con un circuito similar se consigue el mismo efecto: descansar como si no se hubiera pecado nunca y una piel de modelo de Victoria’s Secret. El spa está en una cabaña rodeada por un bosque nevado. El tratamiento también se hace por las noches.

GUÍA DEL VIAJERO
Datos útiles
Montreal es la segunda ciudad más grande de Canadá. Para visitarla necesitas tramitar una visa. La moneda oficial es el dólar canadiense. Un dólar equivale a 12.62 pesos. Web oficial: www.tourisme-montreal.org

Cómo llegar
Air Canada te lleva, en viaje redondo, desde la ciudad de México a Montreal. Tarifas desde 324 dólares canadienses.

Web: www.aircanada.com

Dónde dormir
Hyatt Regency Montreal, en el barrio de St. Jacques. Localizado muy cerca de las avenidas principales, centros comerciales y la parte antigua de la ciudad. Tarifas por noche desde 162 dólares canadienses en habitación doble. Web: www.montreal.hyatt.com

Spas
Bota Bota. Situado en el viejo puerto, junto a la zona antigua de Montreal. Acceso a las instalaciones y circuito de agua, desde 55 dólares por persona, entre semana. Web: botabota.ca

Le Finlandais. En la zona metropolitana, en la localidad de Rosemeré. A 33 kilómetros del barrio antiguo de la ciudad. Tarifas desde 39 dólares canadienses, entre semana. Incluye renta de toalla y bata. Web: www.spalefinlandais.com

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