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Parece que sonríe a la cámara. Despacio y serena va directo al grupo de buzos que se han anclado con la ayuda de una cuerda, en el fondo marino del Caribe mexicano. Sienten un hueco en el estómago al ver una hembra de tiburón toro acercarse. Alrededor, hay otras 24 contoneándose. Jorge Loria, El Chino, toma una carnada. La sangre del pescado coronado las excita.
Comienzan a nadar en círculos, cada vez más rápido, hasta que el grupo queda completamente rodeado. El guía no tiene opción, suelta toda la carnada para calmar el hambre de los escualos y resguardar la vida de todos.
Es tal la fuerza en la mandíbula de los tiburones que levantan cortinas de arena mientras saborean su alimento. Los buzos siguen impávidos: solo observan los dientes afilados y las branquias abriéndose y cerrándose. En pocos minutos, las hembras se dispersan, con la barriga llena.
NO APTO PARA NOVATOS
A 800 metros de la franja costera de Playa del Carmen, en la Riviera Maya, es posible el avistamiento del tiburón toro entre los meses de noviembre y marzo. Esta especie es una de las 360 que existen en el planeta.
Han habitado estas aguas la vida entera, casi frente a Playa Mamitas, me cuenta El Chino. Tiene 20 años de experiencia como buzo, todo un veterano que ha visto ir y venir hembras de tiburón toro. A pesar de haber realizado más de 250 inmersiones, nunca olvidará esa ocasión en la que fue rodeado por 25 de ellas.
Su pasión por los tiburones lo incitó a crear la ONG “Save our sharks”. Una de sus metas es descubrir de dónde vienen, por qué y hacia dónde van. En cuatro años, junto con científicos, biólogos y otros buzos, ha notado que ni un solo macho las acompaña, que son jóvenes y algunas están a punto de parir.
Además, según las investigaciones científicas, son la única especie que puede nacer y criarse en lagunas y ríos, y la Riviera Maya los tiene.
Un requisito para encontrarse cara a cara con estos tiburones es haberse certificado como PADI Divemaster, para descensos que van más allá de los 24 metros de profundidad, nivel al que pueden observarse los tiburones toro.
Antes de zambullirse el guía explica detalladamente cómo es el comportamiento y la anatomía de un tiburón toro. Así es como se diluye el miedo y se borra la imagen cinematográfica del gran animal asesino.
A diferencia de otras especies, tienen la nariz chata y redondeada (a esta parte se le conoce como morro); la de los tiburones blanco es puntiaguda. Otras características son el cuerpo robusto y los lunares de sus aletas.
Hay reglas básicas que garantizan tanto la seguridad del participante como la del escualo. El traje de neopreno no debe ser de color estridente. “Para esta fiesta marina nos vestimos a la moda emo”, dice Jorge El Chino: de negro o gris para que los tiburones no nos confundan con alguna presa suculenta. Todos descienden al mismo tiempo, sin distraerse con las rayas gigantes, tortugas o cardúmenes de coronados, el alimento favorito de los tiburones. A los 18 metros bajo la superficie ya se ven las primeras hembras.
Una vez que se toca el fondo, el grupo se hinca para sujetarse de la cuerda que ha instalado el staff de Phantom Divers, touroperadora que dirige nuestro experto, y espera a que los tiburones se acerquen. No son animales que se abalancen enseguida hacia los humanos, son desconfiados. Hay que llevar carnada para llamar su atención: puede ser un trozo de pescado. También se les atrae aplastando una botella de plástico.
Está prohibido realizar movimientos bruscos y bajar con cámara fotográfica. La touroperadora proporciona las imágenes.
En un solo encuentro te rodean entre ocho y 15 hembras gordotas, de hasta 3.5 metros de largo, casi el equivalente a un Jeep. No está permitido tocarlas, advierte El Chino. El encuentro es meramente contemplativo.
Esta actividad solo tiene una duración de 25 minutos, tiempo ideal para no agotar el aire de los tanques. Las reglas para ascender son las mismas: todos juntos y sin detenerse.
EL FINAL
El Chino está nuevamente bajo el mar. Aplasta una botella para iniciar el ritual de atracción. Dos hembras aparecen después de 10 minutos. Pasan frente a los buzos y nadan sobre sus cabezas. Se quedan quietas, como si posaran a propósito, con todo y sonrisa, para la foto.
Ahora, nadan a ras de suelo. Es tal el acercamiento que se observan las rémoras pegadas a sus cuerpos. Estos peces limpian a los tiburones de crustáceos y se alimentan de los residuos de comida que caen de su hocico. También pueden observarse lesiones en sus aletas, a causa de algún enfrentamiento con otro tiburón.
En calma, las hembras nadan hacia la oscuridad. En marzo lo harán hacia el sur. A pesar de traer un sensor, instalado por un miembro de la ONG que preside Jorge Loria, nadie sabrá su destino final. Cuando rebasen los 30 metros de profundidad se perderá la señal.
GUÍA DEL VIAJERO
CERTIFICACIÓN PADI
Para graduarte como Divemaster, es necesario cubrir cuatro niveles previos: 1. Descubre el buceo, 2. Aguas abiertas, 3. Avanzado en aguas abiertas y 4. Primeros auxilios. Los cursos pueden cubrirse en un lapso de un año, todo depende de tu disponibilidad de tiempo.
Un Divemaster tiene las facultades de identificar especies y posibles señales de ataque. También estudia su comportamiento y puede brindar primeros auxilios bajo el agua.
Precios: Desde los 95 a los 800 dólares.
Web: www.padi.com
LA EXPERIENCIA
Phantom Divers realiza los encuentros con tiburones toro en dos horas. Incluye: equipo de buceo, excepto traje de neopreno (15 dólares adicionales), fotografía y 50% de reembolso en caso de no avistar la especie.
Costo: 140 dólares por persona.
Web: www.phantomdivers.com