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Sabor de revancha y orgullo. Es la trilogía que marcará la historia de la NBA, con Warriors y Cavaliers como protagonistas.

La tarea de Golden State es sencilla: no confiarse en caso de tomar una ventaja de dos juegos. Cleveland debe mantener la serenidad y la concentración en la defensiva, pues se disputa la corona ante el mejor equipo en las últimas tres campañas de la Liga.

El trofeo Larry O’Brien se disputa entre los mismos equipos de las dos temporadas pasadas, algo inédito en la NBA.

En los Playoffs, Cavs solamente perdió un cotejo, el tercero de la final del Este ante los Celtics de Boston, mientras que los de la Bahía llegan invictos a la última parte de la campaña. La última derrota sufrida por los pupilos de Steve Kerr fue el 10 de abril, ante el Jazz de Utah.

El año pasado, los especialistas daban como favorito a Warriors. Porque fue el equipo que rompió la marca de más triunfos en temporada regular, con 73. Superó por uno a los Bulls de Chicago de la campaña 95-96, cuando Michael Jordan, Scottie Pippen y Dennis Rodman hacían temblar a cualquier defensiva.

Todo pintaba para el bicampeonato californiano. El 13 de junio de 2016, con marca de 3-1, Golden State necesitaba un triunfo para coronarse en casa. Ese día, LeBron James lució y logró derrotar a Stephen Curry, Klay Thompson y compañía en el Oracle Arena. Un par de cotejos después, el 19 de junio, The King levantó su primer trofeo con Cavs.

Fue un fracaso para Warriors, que sentía el triunfo cerca, pero no pudo concretar la obra.

Para no volver a quedarse perplejos ante James, los ejecutivos en California sacaron la chequera y contrataron a Kevin Durant. El Jugador Más Valioso de 2014 firmó por dos años y 54 millones de dólares asegurados. Llegó a Oakland con la obligación de convertirse en campeón y está a cuatro triunfos de conseguirlo.

El primer juego es esta noche, en casa de los Warriors. Cavs está listo para la batalla.

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