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Salvador de Bahía.— Cada resquicio de la camioneta fue revisado con cautela. Una, dos, tres y hasta cuatro veces. La policía y el ejército de Brasil quería cerciorarse de que el vehículo en el estacionamiento del hotel de concentración del Tri no tuviera explosivos.

Bruselas, París y demás atentados que han ensombrecido al mundo rondan como fantasmas cada vez que hay un evento de la magnitud de unos Juegos Olímpicos. Los organizadores de Río 2016 quieren anular todo margen para que se perpetre un ataque.

Zozobra, nerviosismo y cautela. Rasgos que mostraron los uniformados en su inspección. Abrieron las puertas del automóvil, ingresaron por todos lados y revisaron cualquier sitio donde pudiera esconderse un artefacto extraño.

“Es por la seguridad de todos. Ya se sabe cómo han habido actos terroristas en muchos lugares. Lo hacemos por protección”, reveló a EL UNIVERSAL un agente policiaco, el cual no quiso revelar su nombre.

Los guardias no generaron ninguna alerta. Buscaron ser discretos para evitar cualquier brote de sicosis. La escena, sin embargo, resultó “hollywoodense”. Detectores de metales, un robot terrestre con ruedas, que lucía como una araña, y las armas largas en sus hombros. Fueron cerca de más de una docena de elementos de seguridad, quienes mantenían durante varios minutos el operativo para descartar riesgos de bomba.

El contexto influyó. Que fuera el día de la inauguración elevó aún más las alertas y cualquier situación extraña obligó a mantener las supervisiones.

Algunos curiosos se acercaron a observar la inspección. No decían nada. Dio la sensación de que es rutinario para el mundo que vive con el miedo de volver a sufrir por el terrorismo.

Mientras los policías hacían su labor, el resto de los huéspedes se mantenía con normalidad. La Selección Mexicana se ejercitaba en la alberca, como trabajo regenerativo. Un jugador de Fiji se mantuvo en el lobby con su celular y los coreanos pasearon por los pasillos sin inmutarse por lo que acontecía.

Los agentes utilizaron a un perro que detecta explosivos, pero el animal se mantuvo tranquilo. Sacó la lengua y movió la cola sereno. Nunca se manifestó, por lo que poco a poco los policías comenzaron a alejarse de la camioneta.

Echaron un último vistazo abajo del vehículo para reconfirmar que no explotaría en algún momento, lo que pondría en peligro a las delegaciones de México, Corea del Sur y Fiyi.

El chofer aguardó paciente. Incluso agradeció que el acto realizado por seguridad tuviera un final feliz. Los militares tomaron nota de todo el trabajo hecho. Su rostro duro se mantuvo. Brasil no tiene margen de error. El mundo le tiene miedo al terrorismo.

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