Río de Janeiro.— “Mejor te vas a tu casa y te dedicas a vender fayuca”, le soltó el entrenador de futbol de Playa del Carmen, del que sólo recuerda el apellido: Lobato.
Alberto Álvarez le hizo caso a medias. Se fue, pero no a pasar contrabando (fayuca) como le sugirió el amargado timonel, sino que se dedicó a pulir el arte del triple salto.
Seis años después, el oriundo de Chetumal, Quintana Roo, no sólo está representando a México en los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, sino que se convirtió en el primer atleta en la historia del país en clasificar a una final en la modalidad.
Con una marca de 16.67 metros, la décima mejor en el global y segunda entre los participantes latinoamericanos, Álvarez selló el boleto para pelear una medalla olímpica este martes.
“No quería venir y sólo participar. Quería dar lo mejor de mí y demostrar de qué está hecho México. Le dedico esta clasificación a mi papá, quien me empezó a entrenar y confió en mí antes que nadie, incluido yo mismo”, dijo sin revanchismos Álvarez, pese al resquemor que le dejó aquella mala experiencia con el balón. “No me gustaba ni el favoritismo, ni depender de otros para valorar mi éxito. Sé que lo que trabajo en el salto es lo que luego cosecho”.
Con 1.91 metros de estatura y 78 kilos de peso, Álvarez exhibe condiciones óptimas para la prueba de longitud.
Estudiante de derecho y aún aficionado al futbol, sigue disfrutando de los partidos por televisión, aunque tiene bastante claro cuáles son sus preferencias.
“Si hay dos pantallas y en una pasan el atletismo, los ojos se me van hacia ese lado”, revela.