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Lino Muñoz es un deportista que nos ha enseñado que no exisen imposibles cuando se trata de plasmar los sueños en realidad. Lo que se visualizaba como algo incalcanzable, finalmente se tornó en un inolvidable e histórico boleto olímpico en el bádminton, un deporte que levanta la mano para dejar huella, y obtener así mejores recursos que permitan su desarrollo.
Y es que Lino, un chico que a los nueve años descubrió por auténtica coincidencia el deporte que lo enamoraría, llega a sus primeros Juegos Olímpicos con la mente enfocada en regalarnos una exhibición memorable, digna del primer hombre en calificarse en esta disciplina a una justa veraniega.
“Para mí ser el primer hombre en clasificar me llena de orgullo, pero no es lo más importante. A mí me gustaría que esta clasificación sirva para inspirar a las nuevas generaciones de bádminton; para que se den cuenta que todo es posible”, dijo.