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Brasilia.— Corazones rotos, la desilusión a flor de piel. Caras de frustración. El fracaso en la frente de la Selección Nacional Olímpica.

La medalla de oro tendrá otro dueño. México no pudo ni siquiera entrar a la ronda definitiva por refrendar el cetro. Las lágrimas son tricolores.

Segundo descalabro para la Federación Mexicana de Futbol. Después del 0-7 sufrido ante Chile en los cuartos de final de la Copa América Centenario, la esperanza eran esos jóvenes Sub-23, en un principio, abandonados. Iban con optimismo, pero regresan a casa derrotados. Sólo un partido ganado en Río y ante el combinado amateur de Fiji, un empate y una derrota. La eliminación como etiqueta. Adiós Brasil.

El zurdazo de Changhoon Kwon fue implacable, imposible para Alfredo Talavera, quien se estiró lo más que pudo en la búsqueda más de un milagro por desviar el esférico que puso el 1-0 (76’) a favor de Corea del Sur que enfrentará Honduras. Alemania hizo su parte, al despedazar al representante de Oceanía. Quinta vez que el Tri no pudo ganarle a los orientales en duelos olímpicos.

Resultado final que evidenció lo que fue un proceso turbulento, oscuro, plagado de imprecisiones y malas gestiones. Mientras los coreanos tuvieron en la cancha a jugadores que militan en el futbol europeo, México no llevó a ninguno. Andrés Guardado, Raúl Jiménez y Jesús Manuel Corona querían estar en los Juegos Olímpicos, pero sus clubes no los prestaron. Los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol, Decio de María (presidente), Guillermo Cantú (secretario general) y Dennis te Kloese (coordinador de Selecciones Menores) se rindieron pronto y se resignaron a no tenerlos. Javier Hernández, la máxima figura del balompié mexicano, “no quiso estar en el proceso”, de acuerdo con el seleccionador, Raúl Gutiérrez.

El “Potro” intentó motivar lo más que se pudo al equipo. Terminó por encontrar refuerzos de la Liga MX con Oribe Peralta, Jorge Torres Nilo y Alfredo Talavera. Se veía un cuadro competitivo. La ilusión de repetir lo hecho en Londres 2012 no decayó. Mas la carencia de apoyo a este combinado por parte de los equipos mexicanos fue evidente, ya que no prestaron a sus elementos para las giras de preparación de esta versión del Tri.

Si el nulo respaldo no hubiese sido suficiente, la suerte le jugó en contra al representativo mexicano. Las fracturas de Oribe Peralta y Rodolfo Pizarro terminaron por desmoralizar a los jóvenes, lo cual afectó su confianza en el terreno de juego. Inermes, pese a su solidaridad, fueron mejores que Corea del Sur, pero no pudieron tener la contundencia adecuada en el partido decisivo.

El carácter que mostraron los futbolistas de México fue importante, pero con los factores extracancha que terminaron por permear al combinado resultó poco. Fallaron en volver a colocar al balompié nacional en categorías con límite de edad entre los mejores en los Olímpicos. Otra medalla en Río se escapa, pese a que la crítica internacional señalaba al Tri como un serio aspirante.

Ahora, los mexicanos, a su regreso a México, tendrán que luchar por un puesto en sus respectivos equipos. Misión dura, porque los reglamentos de la Liga MX los obliga a combatir contra una contratación ilimitada de extranjeros.

El panorama luce sombrío de cara al futuro. Quizá más negro que este verano en donde la Selección Mayor sufrió la peor derrota de su historia en un torneo internacional y la Olímpica ni siquiera pudo superar la primera ronda. Fiasco irrefutable para el organismo que preside Decio de María Serrano.

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