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APIZACO, Tlax.— ‘El Pana’ llegó puntual a su última corrida y en seguimiento al protocolo taurino entró a las 16:00 horas a la monumental plaza de toros que lleva su nombre, “Rodolfo Rodríguez”.

Su colorida estampa de maestro y su sonrisa, plasmada en un retrato de unos cuatro metros cuadrados, ocupó enseguida el centro del ruedo, justo debajo del altar donde dos sacerdotes oficiaron una misa de cuerpo presente.

Y como en sus mejores épocas fue cargado en hombros pero esta ocasión lo hizo dentro de un féretro, en el que reposó la noche anterior en el auditorio municipal “Emilio Sanchez Piedras”, para que su pueblo, sus amigos, matadores, empresarios se despidieran de él.

De ese sitio fue sacado también en hombros para llevarlo al coso taurino. Fue una entrada extraordinaria porque a su paso surgieron los gritos de sus seguidores, mientras la banda de música elevaba el tono de los pasos dobles.

‘El Pana’ fue generoso, trató siempre de compartir, dijo monseñor Enrique Ruiz, quien ofició la misa en medio del ruedo.

Su familia divulgó que el deseo de ‘El Pana’ era ser incinerado y pidió distribuir sus cenizas entre la casa donde vivió de niño, la plaza taurina y tres ganaderías: De Haro, Jaime Rodríguez y Zacatepec.

La algarabía se desató en las tribunas cuando una bandera mexicana ondeó al lado del féretro. En el ruedo no hizo falta ningún toro para vitorear a Rodolfo Rodríguez.

El féretro fue llevado a la Basílica de Nuestra Señora de la Misericordia, en Apizaco. Unos 20 minutos después cargaron otra vez su caja y lo dispusieron en una funeraria para su cremación.

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