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A diferencia de muchos atletas de alto rendimiento, Alfonso Leyva no comenzó a practicar deporte de alto rendimiento por su hiperactividad. Al contrario, el seleccionado olímpico de lucha grecorromana lo hizo para defenderse del bullying que sufría en la escuela por su sobrepeso. Para ganar respeto.
“Yo estaba gordito y mis compañeros se burlaban de mí, por eso decidí comenzar a ejercitarme. Pensaba que cuando fuera bueno me iba a desquitar y lo hice. Primero les gané a los más pequeños y después a los grandes”, relató el joven de 23 años, que terminó con la sequía de representantes en su disciplina en Olímpicos, que sumaba dos décadas.
La realidad de Alfonso es muy diferente ahora. El tapatío se convirtió en un modelo a seguir para las nuevas generaciones, que esperan verlo triunfar en Río de Janeiro.
“No me gusta hablar antes de hacer las cosas, prefiero trabajar en silencio, pero por qué no pensar en una medalla. Ya una vez me enfrenté al campeón mundial y perdí por sólo dos puntos”, relató.
Leyva cuenta con el respaldo de su estado y de la Conade, que lo apoya en sus competencias y campamentos. Pero no siempre fue así.
“Entre lo más difícil que pasé fue vivir de 2011 a 2016 con una beca mensual de dos mil 500 pesos. Afortunadamente tuve el apoyo de mis papás y yo nunca quité el dedo del renglón. Aguanté entrenando con tan pocos recursos, porque no practico la lucha por dinero”.
Actualmente el luchador recibe 14 mil pesos del fideicomiso Fodepar, por lo que sus preocupaciones económicas quedaron atrás.
“Ahora puedo dedicarme por completo a prepararme y a dar un histórico resultado a mi país. Me preparo durante cuatro horas con mi entrenador, el cubano Sergio Rodríguez y también le dedico tiempo al gimnasio. Quiero llegar en mi mejor forma deportiva a Brasil y disfrutar mucho la experiencia”.
Alfonso confía en que para el próximo ciclo olímpico más competidores conseguirán su boleto, pues su especialidad ha crecido mucho a partir de 2012.
“Es un orgullo para mí encabezar el crecimiento de la lucha grecorromana y espero que los siguientes años siga el camino ascendente de nuestra especialidad”.
Hace cuatro años, mientras el luchador miraba los Olímpicos con su padre, Leyva le prometió que algún día él estaría ahí. Lo cumplió.
“Como niño siempre tienes esos sueños, seguro que en Río voy a vi-vir algo inolvidable que trataré de asumir de una manera madura, porque no sé si el próximo ciclo podré regresar.”
Antes de trasladarse a Brasil, el gladiador sostendrá dos competencias en España y Alemania, en donde tendrá la oportunidad de medir sus alcances y lo que podrá hacer en la justa veraniega brasileña.
“Ya cuento los días para esta experiencia, me he preparado toda mi vida y voy a poner todo mi empeño en hacerlo bien”.