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adriana.reyes@eluniversal.com.mx
Lidiar con la idea muerte es cosa de todos los días. En cuanto pisan el ruedo y observan al burel, los toreros lo hacen conscientes de que en la faena podrían sufrir una cornada, tener una mala caída o incluso perder la vida.
Pero el peligro no los detiene.
“Nosotros somos los primeros en saber que estamos expuestos, salimos de nuestra casa pero no sabemos cómo y cuándo regresaremos. Pensamos diario en los riesgos cuando nos enfrentamos a un toro y es por eso que esta profesión es tan maravillosa, merecemos respeto porque literalmente salimos a jugarnos la vida”, comentó Eulalio López ‘El Zotoluco’ .
El matador de 48 años de edad compartió que alejarse del ruedo es una decisión muy difícil por lo que muchos de sus compañeros deciden prolongar sus carreras.
“Tenemos nuestro punto de locura y a veces somos muy necios a pesar del peligro que corremos. En lo personal después de retirarme me gustaría seguir apoyando a la fiesta”, dijo el diestro, quien se encuentra en su campaña de despedida.
Arturo Macías estuvo cerca de quedar en silla de ruedas luego de sufrir una cojida el 3 de noviembre de 2007 en Aguascalientes. Sin embargo, jamás pensó en abandonar su pasión por los bureles.
“Uno nunca cree que cosas tan terribles como la que le pasa a ‘El Pana’ puedan suceder, pero sí es posible. En 2007 me reventaron dos vértebras, estuve en silla de ruedas y con aparatos dolorosísimos pero me levanté. Nos hacemos dependientes del miedo y lo necesitamos, llevo 19 cornadas y he estado a punto de perder la vida dos veces y eso ha hecho que me enamore aún más de mi profesión”, contó.
El matador consideró que la ovación de los amantes de la fiesta brava y el salir en hombros de una plaza valen todos los peligros.
“Yo no se qué voy a hacer de mi vida cuando deje de torear, los que nos hemos vestido de luces sabemos que te acostumbras al miedo a jugarte la vida y a saber que el domingo te puedes morir. Creo que cuando te quitan eso la vida ya no es vida”, añadió.
El caso de las matadoras es similar. Guadalupe López asegura que si volviera a nacer se dedicaría nuevamente a lidiar toros.
“El miedo siempre está al máximo, hace que los sentidos estén al 300 por ciento. Si nos toca un burel puede ser fatal porque lanza por los aires a una persona de 60 u 80 kilos. A mí si un toro me matara y volviera a nacer me dedicaría a lo mismo. Es una pasión que nos deja al borde de dejar casi todo para seguir con nuestro camino de lucha”.
Guillermo Salas, experto en tauromaquia, recuerda sólo un caso similar al de ‘El Pana’.
“Le sucedió a un torero español Christian Montcouquiol, ‘Nimeño II’, también quedó tetrapléjico y después terminó por suicidarse”.
Pese al peligro que implica aventurarse al ruedo, Salas asegura que los toreros que terminan en desgracia son muy pocos.
“Aunque hay algunos que mueren en la faena o quedan en la ruina la mayoría se retiran bien y tienen buenas vidas. Casos como el de ‘El Pana’ son excepcionales”.