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En la vida de María Espinoza nada ha sucedido por casualidad. Desde muy pequeña, viendo a su padre Marcelino enfrentar duras jornadas en su barco camaronero, la taekwondoín aprendió que el éxito está reservado para quienes se esfuerzan el doble y que el destino juega un papel fundamental para aquellos que buscan dejar un legado.

“Soy una persona muy afortunada, la vida me ha puesto en los lugares y con las personas correctas en su debido momento. Creo que todos tenemos un destino que cumplir y es importante aprender de cada etapa de nuestra existencia. Yo no quería ni pedía estar aquí como doble medallista olímpica, simplemente el destino fue el que me llevó a estar en estas circunstancias que disfruto y agradezco”, cuenta la sinaloense en charla con EL UNIVERSAL, quien a sus 28 años buscará un tercer podio en la justa veraniega.

Han pasado ocho años desde que María logró la medalla de oro en Beijing 2008. Desde entonces, la seleccionada ha tenido que reinventarse ciclo con ciclo. La tecnología ha revolucionado al taekwondo, que ahora cuenta con los petos electrónicos y con una marcación mucho más exigente.

“Mi deporte ha cambiado muchísimo los últimos años y nuestra tarea es renovarnos e ir a la par de las modificaciones, si queremos mantenernos en la élite de la especialidad. Si le vemos el lado bueno son aprendizajes que nos hacen crecer como deportistas y que nos demuestran que el deporte está en constante evolución”.

La sinaloense, ganadora del bronce en Londres 2012, es la única de la Selección Nacional de Taekwondo que no debutará en unos Juegos Olímpicos en Río 2016. María va por sus terceros.

Aun así, no pretende que Itzel Manjarrez, Carlos Navarro y Saúl Gutiérrez, los otros tres seleccionados para Brasil, la vean como alguien con ventaja.

“Yo me siento como si fueran mis primeros Juegos. Si yo puedo ayudar a mis compañeros, lo hago porque sé que entre más se acerque su debut se va a complicar el ambiente por el estrés normal que se acumula. Quiero que me vean como amiga, como una más del equipo”.

María está orgullosa de todos aquellos que contribuyeron con su formación para estar situada como una de las atletas más importantes del deporte mexicano en la historia.

“Mi padre me enseñó a ser una persona agradecida. Le tengo mucho aprecio al profesor que me sacó en Guasave y me hizo llegar a Selección Nacional. También a entrenadores como el profesor Ireno Fargas, un amigo muy cercano. Parte importante de mi crecimiento es la doctora Telma, quien me ha cuidado desde que tenía 15 o 16 años. Cuando llegué a la mayor estuve con el profe José Luis Onofre, luego el profe Pedro Gato. Ahora estamos con Youn In Bang, el entrenador Alfonso, Óscar Salazar y el doctor Bedoya. Hay muchas personas que han estado en mi carrera como deportista y que yo las quiero y les agradezco mucho”.

—¿Te vez nuevamente como abanderada nacional?

“Ya viví ese momento mágico en Londres y me siento agradecida de que me consideren nuevamente. Sin duda, las tres [la arquera Aída Román, la clavadista Paola Espinoza y María] le hemos dado muchas glorias a México y somos buenas personas. Sabemos la calidad de cada una. Quien lleve la bandera va a hacerlo con orgullo”.

La primera semana de junio, María y la Selección Mexicana de Taekwondo participarán en el Campeonato Panamericano de la especialidad en Querétaro, donde buscarán sumar puntos que les aseguren una mejor gráfica en los Juegos Olímpicos cariocas.

Espinoza aún no piensa en el retiro. Después de todo, separarse del tatami será una de las decisiones más difíciles de su vida. Por ahora se concentra en disfrutar el cierre de su preparación para Río.

“No quiero pensar en lo que viene, en qué pasará después de los Juegos. El destino va a decidir si gano o no la tercera medalla en Juegos Olímpicos. No es algo que yo pueda adivinar ni me obsesiona. Simplemente hago lo que me gusta y veremos qué pasa después”, puntualiza la taekwondoín, destinada a ser una leyenda.

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