Aguas de un inquietante color marrón, corrientes de aire con olor a huevo podrido y objetos flotantes son característicos de los ríos, playas y lagunas de Río de Janeiro, un panorama desalentador que, a 75 días de los Juegos, elimina cualquier esperanza de que queden limpios antes de agosto.

Las lavadoras, botellas de detergentes y neumáticos que la prensa ha denunciado en las bahías de Río son sólo una parte de la suciedad acumulada.

En el agua se han encontrado también bolsas submarinas de gas sulfhídrico y metano —fruto de la descomposición de los vertidos—, bacterias fecales, virus y microorganismos capaces de generar dolor de cabeza, vómitos, conjuntivitis e incluso hepatitis a quien entre en contacto con ellos.

Las grandes víctimas de esta crisis medioambiental son la Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo Freitas, que, según expertos, sufren daños casi irreparables que supondrán décadas de dedicación e inversión para su limpieza.

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