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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Apresuró el paso rumbo al camerino. Una pequeña sonrisa, pero ningún ademán hacia ese pueblo que todavía duda de su capacidad.
Ignacio Ambriz está consciente de que dos goleadas consecutivas no bastan para echárselo al bolsillo, por lo que sólo le acompañaron las huellas de la tormenta caída durante la primera mitad, la eterna seguridad en su trabajo y esa pequeña dosis de paz que otorgó la contundente victoria sobre los Dorados de Sinaloa (4-0).
El primer éxito del cuestionado entrenador azulcrema sobre el césped del Estadio Azteca fue acompañado por la fortuna. Lo sabe, así es que no hubo mayores celebraciones.
Sobresalieron la de Paul Aguilar, quien se fundió en un abrazo con Rubens Sambueza cuando Jesús Chávez todavía lamentaba su infortunio, y la de Darío Benedetto, cuyo festejo simuló el mayor deseo del estratega: no escuchar los cuestionamientos.
Aquel servicio del lateral derecho tenía como únicas armas cierta fuerza y la complicidad obsequiada por el húmedo campo. Suficiente para hacer añicos el invicto del equipo recién ascendido a la hoy llamada Liga MX.
Luis Michel no tuvo la pericia de atrapar el esférico, por lo que la barrida de Chávez resultó catastrófica para el estoico visitante, que había aguantado los arribos orquestados por Sambueza y Andrés Andrade.
No pudo con su poder de autodestrucción. El zaguero patinó irremediablamente hacia la pelota. Autogol inevitable (45’) y catártico.
El ánimo del visitante languideció conforme cayeron los granos que formaron al reloj de arena en el segundo tiempo. Aquel zapatazo de Héctor Mancilla que estremeció el travesaño del marco local, previo rebote en Miguel Samudio, fue el único momento de inquietud para Moisés Muñoz.
Lo demás, monólogo de un equipo que presumió todo su trinitrotolueno cerca del ocaso. Exhibición coronada por la obra de arte que firmó Oribe Peralta (78’).
El ‘Cepillo’ subió su nombre a la marquesina, pero lo de Michael Arroyo, Osvaldo Martínez y Darío Benedetto fue destacado. Mención honorífica para el ‘Pipa’, quien devolvió una mágica pared al lagunero más lagunero dentro del área culichi. Justo en el tercer aniversario de la obtención de esa histórica medalla áurea en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, el atacante presumió su olfato goleador.
Benedetto halló recompensa a su imaginación cuando estaba por empezar el tiempo agregado. Jugada polémica, porque lucía en el filo del fuera de juego antes de marcar (90’).
El asistente Miguel Ángel Chua no levantó la bandera. Tampoco lo hizo siete minutos antes, cuando Carlos Darwin Quintero por fin supo lo que es ser aplaudido por el ‘Monstruo de las 100 mil cabezas’.
Antes de que la pelota rebotara en la mano del central Mauricio Romero, el argentino estaba adelantado y en la zona hacia la que se dirigía el servicio. No se señaló infracción, por lo que se dio forma a la segunda goleada azulcrema en cuatro días.
Golpe de realidad para el club que se armó para no descender, pero aún está lejos de ofrecer resistencia a un genuino peso completo.
Ambriz todavía se aferra al perfil bajo. Sabe que dos muestras de poder en 96 horas son poco, si se dirige al coloso de piel amarilla. Pero al menos ya no se oyen las críticas.