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Toronto.— Los Juegos Panamericanos están en marcha. Ya arde el pebetero continental en la ciudad de Toronto, donde comenzarán a gestarse nuevas hazañas deportivas.

Abre el telón la edición XVII de la justa y los anfitriones no decepcionan. Presentan una ceremonia de inauguración que hace gala de la más avanzada tecnología en el Rogers Centre.

Los corazones de 45 mil espectadores palpitan al iniciar la cuenta regresiva que da paso a danzas multiculturales en las que prevalece la diversidad de ideologías.

Desde la avenida Jane and Finche, Carlton Chambers inicia el recorrido final de la flama panamericana que culmina con el ex corredor canadiense Donovan Bailey, quien lleva la insignia al estadio en una sonora ovación.

Antecede el desfile de las naciones el himno canadiense. Argentina encabeza la pasarela y los anfitriones se reservan para el final. Son más de 700 canadienses los que están en escena y reciben todo el respaldo de su público.

Y los mexicanos, encabezados por la racquetbolista Paola Longoria, destacan por su energía y carisma. Ellas, de pantalón negro, blusa blanca y saco rojo; ellos de pantalón caqui, camisa blanca y saco negro. Bailan, sonríen, disfrutan... todo al ritmo del famoso “Cielito Lindo”.

Dos horas y media de magia pura. De fantasía protagonizada por 625 atletas en acción, 569 de ellos de Toronto.

La cultura canadiense en su máxima expresión. La pasión panamericana se expresa con variadas expresiones culturales como piruetas sobre motocicleta en el escenario principal.

El momento emotivo del festejo, orquestado por el Cirque du Soleil, llega cuando la Organización Deportiva Panamericana (Odepa), presidida por el uruguayo Julio Maglione, rinde un homenaje a su ex dirigente Mario Vázquez Raña (q.e.p.d.).

En las pantallas del estadio se proyectan algunas fotos del dirigente mexicano, quien fungió como presidente de la Odepa por cuatro décadas.

“Don Mario fue una persona que siempre estuvo cerca de los atletas, que ayudó al crecimiento de la zona panamericana. Nunca lo vamos a olvidar”, dice Alexandra Orlando, atleta canadiense de gimnasia rítmica.

El show tiene que seguir. Y Maglione declara inaugurados los Juegos ante la mirada de Thomas Bach, titular del Comité Olímpico Internacional (COI), quien observa la ceremonia animoso desde un palco.

“Este es un encuentro entre los atletas del continente que es posible gracias a un esfuerzo de las autoridades deportivas. Espero que todos disfruten estos juegos”, dijo el también presidente de la Federación Internacional de Natación (FINA).

La tres veces medallista olímpica Karen Cockburn, de gimnasia de trampolín, es la encargada de hacer el juramento en nombre de los atletas que compiten por el honor de sus países.

Es el último acto: Andrew Wiggins recibe de su madre, Payne, la antorcha y la pasa al último portador, la ex estrella de la NBA, Steve Nash, quien corre a la emblemática torre CN. Se enciende el pebetero oficial al tiempo que nacen interminables fuegos artificiales. Es el clímax.

Preludio inolvidable para los asistentes. Se materializa al fin el esfuerzo que comenzó en noviembre de 2013.

Canadá le abre sus puertas al continente. Los atletas regresan al escenario principal y saludan ante las cámaras a los millones de hogares que los seguirán por televisión.

Es el fin del abigarrado espectáculo.

Los Juegos inician ya. El fuego panamericano arde en Toronto.

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