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futbol@eluniversal.com.mx
Después de cada fracaso de la Selección Mexicana, los directivos y analistas suelen tratar de hallar la razón de la nueva decepción, como la vivida hace unos días en Rusia.
Para muchos, la respuesta siempre es la misma: “Es que no se le dan oportunidades a los futbolistas mexicanos. Siempre van por los extranjeros”.
Con la implementación de la polémica regla 10/8 (9/9 a partir del Apertura 2017) se reforzó más esa idea.
Sin embargo, al comparar con los certámenes de los últimos campeones del mundo —Italia, España y Alemania— la cantidad de jugadores nacionales es mayor en la Liga MX.
En el balompié tricolor hay dos futbolistas mexicanos por cada extranjero, mientras que en la justa alemana existen más foraneos. De los 495 profesionales en la Bundesliga, 264 no nacieron en tierras germanas.
Alemania es campeón de la Copa del Mundo, Confederaciones, Eurocopa Sub-21 y medalla de plata en los Juegos Olímpicos.
El director técnico Joachim Löw se da el lujo de seleccionar juveniles para darl descanso a sus titulares, a pesar de que en su Liga, los extranjeros ocupan la mayoría de las plazas.
En el futbol mexicano, oportunidades sí hay, pero el trabajo con los profesionales no es el indicado. Los resultados son evidenciados en las competiciones internacionales, donde recientemente la constante son goleadas en contra durante los encuentros a eliminación directa.
El mercado de futbolistas afecta el rendimiento de muchos que llegan al máximo circuito y quedan cortos a la hora de consagrarse.
Los promotores se encargan de vender a los jugadores rápidamente y no respetan el proceso que un juvenil necesita desarrollar para desplegar su nivel. También traen extranjeros de baja calidad que no mejorarán el rendimiento nacional. Es decir, manosean el mercado y provocan que el jugador de Selección no tenga nivel similar a los de genuinas potencias mundiales.
Los campeonatos juveniles, como los Mundiales ganados en la categoría Sub-17 (2005 y 2011), así como la presea de oro en los Juegos Olímpicos Londres 2012, quedarán como recuerdos y no como el inicio de una época dorada en el balompié nacional.