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Minuto 87, América al abordaje. Presentarse ante su público con un empate a cero no será bien visto, no será bien recibido.
Nueve de 11 Águilas están en territorio de Querétaro y sucede. Aldo Arellano sale corriendo con el balón en los pies. Cuatro compañeros lo siguen, contra dos americanistas que retroceden, hasta que —entrando al área— el juvenil de los Gallos Blancos pasa a Édgar Benítez, quien es arrollado por Bruno Valdez.
Penalti indiscutible, gol seguro de Camilo da Silva y, así, el regreso de Miguel Herrera al Estadio Azteca, al frente del América, es amargo.
Las Águilas se toparon con los Gallos Blancos, que se han vuelto su “coco”. Segunda derrota consecutiva ante los queretanos, ahora 0-1 en el mismísimo y desierto Coloso de Santa Úrsula, que ve que la nueva era del Piojo no arranca y no se ve por dónde lo pueda hacer.
La intención del América es ser lo que fue antes: punzante, dinámico, ir en una dirección, siempre a la portería rival. Mas esos atrevimientos cuestan, y estas Águilas de Herrera, volumen II, adolecerán —parece— de solidez defensiva.
En los minutos finales, donde las piernas pesan y la altitud de la Ciudad de México no deja respirar, Querétaro decidió recular. Todo lo ganado lo echó por la borda al meterse a defender, facilitándole al América acercarse, pero no concluir. Desesperado, Miguel Herrera mandó al campo a Cecilio Domínguez. Y llegó esa acción de Arellano, el mejor hombre del partido. La posible fiesta terminó en decepción. Amargo retorno del Piojo.