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Fue celebrado tanto como el histórico gol de Javier Hernández que abrió el marcador, pero su efecto puede ser mucho más fuerte que la sutil definición del ariete tapatío.
De nada sirvió la campaña publicitaria en redes sociales y las enormes pantallas del Estadio Azteca. Mucho menos que en el sonido local se escuchara la palabra “México”. Tampoco ayudó que en la publicidad estática colocada a la mitad de la grada se leyera la frase “Cantar pu... no te hace más mexicano. Ayúdanos a evitar una sanción. Súmate”.
La marabunta aún gozaba la anotación del “Chicharito” cuando se escuchó por primera vez ese grito que podría generarle un veto de cancha al Tricolor. El “¡Eeeh, pu..!” retumbó en Santa Úrsula en cuanto se dio el primer despeje del meta costarricense Keylor Navas. Fue al minuto 11, daga en el corazón de los altos mandos de la Federación Mexicana de Futbol, quienes se sumieron en sus butacas con la polémica expresión del “Monstruo de las casi 90 mil cabezas”.
Velada de ilusión manchada por la enésima muestra de que los malos hábitos son difíciles de erradicar. Se solicitó evitar el grito, ya que el castigo luce inminente. Esfuerzo estéril.
Como el de los casi 15 mil ticos que tapizaron de carmesí la cabecera sur del inmueble. Desde el “Aztecazo” de hace casi 16 años, llevarse todo el botín de la ciudad de México luce alcanzable para ellos. Copiaron el “¡Sí se puede!” mexicano, pero rápidamente fueron opacados por la multitud verde que falló en la creación del mosaico, mas no en dinamitar sus cuerdas vocales.
Cada asistente al juego se encontró con una pancarta verde en su lugar. La idea era vestir al Azteca después de que se escuchara la letra creada por el poeta Francisco González Bocanegra y la música que concibió Jaime Nunó, pero el tránsito que caracteriza a la urbe los viernes por la noche jugó una mala pasada. Por si fuera poco, los costarricenses aventaron sus cartulinas en plena ceremonia protocolaria.
Fue lo de menos cuando el “Coloso de Santa Úrsula” se llenó. El respaldo fue irrestricto, más allá de que los visitantes generaron peligro en la portería defendida por Guillermo Ochoa.
Instantes aprovechados por los centraomericanos para desquitar los dólares gastados en el viaje. La mayoría, invirtió de tres a cinco mil con tal de presenciar otra hazaña.
Los altos mandos de la FMF esperaban otra, pero la multitud les quedó mal. Incluso, se le recordó que “el problema no es gritar, sino lo que gritas”. Para su fortuna, los dirigidos por Juan Carlos Osorio provocaron unos cuantos saques de meta para el arquero del Real Madrid, pero el daño ya estaba hecho.
No, la inesperada anotación de Néstor Araujo sirvió como catalizador. El intento de subversión tica puso la sangre mexicana a punto de ebullición. El problema es que la manera de reflejarlo no fue la mejor.
Y empeoró con la ventaja de los locales. Pese al grave riesgo de sanción por parte de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA), la gente se desahogó de esa forma. Incluso, algunos seleccionados como Rafael Márquez, Ochoa y Hernández movieron la cabeza, en señal de desaprobación, cuando se dio la expresión.
Mácula en una noche que sirvió como especie de reencuentro con el cuestionado entrenador colombiano. El 0-7 ante Chile en la Copa América Centenario no se ha olvidado. La muestra es que no se dio la más mínima prueba de aprobación o rencor cuando su nombre se escuchó en el sonido local, pero lo mostrado por sus futbolistas sedujo, al menos en cuanto al resultado se refiere en casa.
Velada de gozo... Y preocupación para la FMF, porque el público en el Azteca no entendió y un castigo más allá de lo económico parece inminente.