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Paco Jémez levanta las manos y aprieta los puños en señal de victoria, su primera en México, sufrida y con tintes dramáticos. El 1-0 sobre Necaxa es suficiente para tener contenta a la afición cementera en este inicio de torneo, pero el español sabe que se debe dar más.
Triunfo necesario de Cruz Azul, por ser el inicio se torneo, por eso de la confianza y también porque es sobre un rival directo en el descenso. Y es que así le dejaron el barco al español.
Victoria que sabe a remanso pero que deja dudas, porque más allá del buen juego de la primera parte, al final se sufrió de lo mismo, del drama del minuto final que por lo menos ayer no se convirtió en tragedia.
Pero se quedó a deber.
Apenas 30 segundos duró en la banca Jémez. El español no aguantó más y de inmediato saltó a la zona técnica para dirigir a su Cruz Azul.
Una Máquina que más allá de las caras nuevas, Gabriel Peñalba y Ángel Mena, mostró mucho ímpetu, mucha dinámica y vértigo en los primeros minutos de juego. El equipo cementero se paró justo en los tres cuartos de cancha para desde ahí recuperar la pelota; achicó el campo posicionando a su zaga justo en medio campo, abriendo el juego con dos extremos para dejar a Christian Giménez jugar libre detrás de Jorge Benítez.
Con ese parado La Máquina agobió a los Rayos que no tuvieron otra que meterse en su cancha, dejando el ataque en manos de un solitario Puch.
El primer aviso cementero lo dio el ecuatoriano Mena con un tiro que alcanzó a atajar Barovero, después de eso el refuerzo se perdió y el juego azul se recargó por la izquierda donde Joao Rojas, Adrián Aldrete y el “Chaco” hicieron buena sociedad.
Necaxa no agarraba la pelota. La media cancha controlada por Baca y Gabriel Peñalba, otra cara nueva, era suficiente para desarmar al equipo revelación del torneo pasado.
El acoso dio resultado y Adrián Aldrete, en un tiro-centro, sorprendió a Barovero para anotar el primer gol del torneo para la Máquina, al minuto 18.
La ventaja no cambió la cara cementera, que tal como lo anunció su técnico, tiene como misión siempre ir por más, pero ni el ímpetu de Joao, la dinámica de Baca o los tiros de Giménez alcanzaron para poner en serio peligro a los necaxistas.
El segundo tiempo inició mal para los azules con la salida de Baca, su mejor hombre. La dinámica se perdió, pero hubo más fuerza en la recuperación con Francisco Silva.
Aún así sólo hubo un gol de ventaja, demasiado poco, y Necaxa no estaba manco.
El ímpetu necaxista echó abajo las promesas de Jémez, el equipo se partió y el contragolpe quedó como única opción para acrecentar la ventaja. Sin Puch, quien salió después de ser golpeado sin piedad, los Rayos se vieron más peligrosos.
El tiempo pasó y la Máquina entró en la zona de la cruzazuleada, ese momento donde hay un error propio o un acierto del rival que cuesta la victoria o el empate.
Joao Rojas, en sus tradicionales galopadas, tuvo para sentenciar el partido, pero en lugar de eso terminó acalambrado. El silbatazo final puso fin al sufrimiento, pero quedaron muchas dudas, el equipo que prometió Paco Jémez todavía no se ve en la cancha.