El Club Social y Deportivo Liniers, cuyo estadio se emplaza en el círculo metropolitano de Buenos Aires, deberá enderezar su terreno de juego, que tiene, desde hace más de 30 años, una forma de trapecio que ha convertido al equipo en una peculiar leyenda del fútbol argentino.

Ubicado en el partido de La Matanza, a unos 30 kilómetros de la capital argentina, el estadio Juan Antonio Arias es la sede de un humilde club de fútbol que entrena a 400 chicos, desde categorías inferiores hasta futbolistas profesionales, y es también una salida para muchos jóvenes de las zonas paupérrimas que rodean el club.

Desde hace más de 30 años, los rivales del Liniers acuden al estadio con cierto temor porque la estructural trapezoidal del campo genera confusiones a los futbolistas: "Los arqueros cuando toman referencia con el arco de enfrente, se encuentran con que su primer palo no coincide con el de la portería contraria", comenta divertido Oscar Aguirre, entrenador del primer equipo.

En una entrevista con Efe, el técnico, que lleva en el equipo más de 15 años, relata las estrategias que ha adaptado a la peculiar disposición del terreno de juego, que, asegura, cambian la forma de atacar, defender y presionar.

"Si atacamos hacia este arco -señala una de las porterías-, nuestros lanzamientos tienen que venir de izquierda a derecha porque este sector del campo es mucho más ancho que aquel; y en aquel lado es al revés", explica antes de lamentar que con el cambio, el club va a perder una característica que lo ha convertido en "legendario".

Los contrarios sufren especialmente en las jugadas a balón parado: "Se han metido muchos goles olímpicos -ejecutados directamente desde el saque de esquina-", relata.

Según Oscar, todos los clubes del fútbol "ascenso" local saben que la cancha "torcida" es la del Liniers, que en la actualidad juega en la 'D', la cuarta división del balompié argentino.

Ahora, la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) ha clausurado temporalmente el estadio por "un problema de encuadre", con una prórroga de tres meses para que reformen la cancha y la transformen en un polígono rectangular, como establece el reglamento.

"Después de 30 años vamos a enderezar la cancha torcida y a tratar de enderezar lo que pasa a nivel nacional", ironiza el vicepresidente del club, Miguel Ángel Narváez, en referencia a las duras condiciones en las que viven los vecinos de La Matanza, denuncia, desde el cambio de Gobierno en diciembre.

Además de por su cancha torcida, el Liniers se ha forjado una fama durante todos estos años por asistir a los jóvenes de los barrios aledaños, hundidos en la miseria y la violencia desde hace décadas: "Tenemos fútbol femenino, un merendero... hacemos inclusión social", explica el directivo.

Narváez, quien se confiesa fervoroso activista social, puso en las mangas de la camiseta del equipo el rostro del expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) en honor, asegura, a todas las cosas buenas que el dirigente hizo por los barrios de la zona.

"Vamos a poner la cancha derecha, salvando que la derecha a veces no soluciona nada", bromea el directivo, quien calcula que las obras de remodelación llevarán entre 20 días y un mes y medio.

El horizonte de la cancha se ha llenado en los últimos días de bloques de tierra y excavadoras que tratan de enderezar 30 años de historia de este club barrial. Mientras, los hinchas y los miembros de la directiva esperan sentados en las desvencijadas gradas a que vuelva a rodar el balón, esta vez, sobre una cancha rectangular.

hgm

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