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Da lo mismo si es genuina o simple imitación, si trae el “24” de Oribe Peralta, el místico triángulo azul en el pecho y atrás el aún más legendario “4” de Alfredo Tena o crema con el inolvidable “9” de Enrique Borja, porque es la noche del amor amarillo, la que sirve como modesta celebración al onomástico 100 de un equipo con esencia opulenta.
Eso explica el orgullo irradiado por los casi 50 mil asistentes al “Coloso de Santa Úrsula”. La mayoría participa en el enorme mosaico que se monta en el minuto 35 de la mitad inicial. La celebración por los 100 años americanistas tienen como rivales a los poco históricos Xoloitzcuintles de Tijuana, es lo de menos para un pueblo que ahora presume apoyar al “único grande” del balompié nacional.
Calificativo que se lee en una de las dos inmensas mantas que se muestran en la cabecera norte del Estadio Azteca previo al silbatazo inicial del árbitro Alfredo Peñaloza. Tapiz amarillo que acentúa más el tono planeado por la directiva del festejado.
Muchos de los asistentes se encuentran con un cartelón en su sitio. El objetivo es levantarlo cuando se indique en las pantallas gigantes del inmueble. Sale a la perfección. Nadie puede fallar en tan importante velada. El momento es aderezado por el infaltable “¡Vamos América, que esta noche tenemos que ganar!”. Las luces emanadas por varios teléfonos móviles lo hacen más espectacular.
Verdaderos cristales de amor amarillo con los que intentan motivar a los dirigidos por Ricardo Antonio La Volpe, quien juega su peculiar encuentro en la zona técnica.
La incógnita se resuelve pronto. Apenas obsequia una mirada a ese hombre que lo ha negado como mentor. Después de lo sucedido hace más de siete meses en Tuxtla Gutiérrez, es obvio que no existe saludo con Miguel Herrera, aunque sí estrecha la mano de Diego Ramírez, auxiliar fronterizo. Sí, la cábala sólo aplica al entrenador contrario.
Es lo de menos para el “Piojo”, cuyo nombre es vitoreado por la multitud. Ni siquiera hay comparación con el “Bigotón”, quien todavía lucha por ganarse un sitio en los corazones de sangre azulcrema. Eso sí, se esfuerza al máximo... Y para muestra la corbata amarilla que luce.
Los pulsos cardiacos se aceleran durante la realización del mosaico. Las Águilas y los Xoloitzcuintles protagonizan un intenso duelo, pero —por unos segundos— la relevancia está en las gradas, donde se homenajea a esa institución que jamás pasará inadvertida en el medio mexicano, sin importar el sentimiento que despierte en cada aficionado.
Capacidad de polarizar que llena de orgullo a los millones que dan forma al amor amarillo. El clímax llega cuando es estrenado el himno del centenario, aunque la inmortal letra concebida por Carlos Blanco seguirá como la melodía que identifica a las Águilas. Vuelve a comprobarse con el rugido de Santa Úrsula cada que los amarillos se acercan a la portería defendida por Federico Vilar.
La presencia de ex delanteros de la institución, como José Alves “Zague”, su hijo Luis Roberto y Enrique Borja provoca que varias lágrimas recorran los rostros azulcremas.
El linaje del América demandaba festejar su primer siglo de existencia frente a un club de renombre mundial, por lo que la gente exige la victoria sobre los bajacalifornianos, cuyo mayor adorno en este momento es el liderato del Apertura 2016.
Pero es lo de menos para un pueblo que no falla en la noche de genuino amor amarillo. Varias de las figuras que labraron la leyenda americanista están en la cancha, pero las demás reposan en las gradas del Azteca, porque da lo mismo si es en una elástica original o imitación, aparecen en miles de orgullosas espaldas.