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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Cuando estaba por ingresar al lienzo verde, en sustitución de Osvaldo Martínez, Michael Arroyo se percató de que estaba en las pantallas gigantes del Estadio Azteca. Fiel a su esencia arrojada, el atacante ecuatoriano del América levantó ambos pulgares, mientras la multitud rugía.
No podía ser de otra manera. Le ha costado mucho ganarse la titularidad, pero es el chico de los goles importantes en momentos clave. La afición amarilla esperaba que repitiera el hechizo... Y no falló.
Eso explicó el enorme bullicio que enmarcó los momentos previos a la ejecución que terminó con la anotación que dio a las Águilas un valioso triunfo sobre Tijuana (1-0).
Tan importante como agónico, porque los fronterizos se las ingeniaron para detener miles de ritmos cardiacos. No estremecieron las redes locales gracias a la falta de sangre fría del colombiano Avilés Hurtado y la pericia del meta Moisés Muñoz, quien merece buena parte del crédito en el equipo dirigido por Ricardo Antonio La Volpe.
A su manera, el polémico estratega argentino celebró la victoria en el partido del centenario azulcrema. Los locales no mostraron su mejor futbol, pero fueron fieles a su historia: ganaron como pudieron.
Esta vez contaron con la invaluable colaboración del adversario, porque el disparo de Arroyo llevaba potencia, mas difícilmente se habría metido al arco sin el involuntario desvío de Michael Orozco y el “blooper” de Vilar, a quien volvieron a doblársele las manos en un instante cumbre (78’).
Fue entonces que el Azteca rugió. Fue muy apretado, con demasiado sufrimiento, pero el América derribó a un verdadero peso completo. La racha de 10 juegos sin caer de los Xoloitzcuintles murió en Santa Úrsula.
Miguel Herrera ya no presenció los minutos finales porque sucumbió en la batalla de los sentimientos. Empezó a perderla desde que el asistente José Luis Camargo indicó al silbante que Hurtado estaba en fuera de juego durante aquella jugada que pudo darle la ventaja al visitante durante los albores del complemento. Su ira terminó de explotar mientras los futbolistas del “Bigotón” celebraban. Sus reclamos le costaron salir expulsado.
Cereza a un pastel que parecía amargarse con las fallas de Oribe Peralta y Silvio Romero, quienes no tuvieron la determinación que sobró a Arroyo. Fue lo de menos para ellos. Se emocionaron igual tras el final.
Incluso, el “Cepillo” obsequió un abrazo a La Volpe, cuya segunda etapa al frente de los azulcrema sigue inmaculada (tres victorias y un empate, si se toman en cuenta Liga y Copa).
La clasificación a la Liguilla luce un poco más cerca para el festejado, aunque eso es lo de menos para un equipo que está bastante más obligado durante el semestre en el que celebra su centenario.
Por eso no hubo abucheos tras el final. La esencia de las Águilas exige triunfo y formas, pero en los instantes más determinantes ganar tiene bastante relevancia. Por eso, La Volpe apostó por el chico de las anotaciones importantes... Y no le falló.
Fue el único de los tres hombres que ingresaron (Osmar Mares y Gil Burón fueron los otros) al que el polémico estratega sudamericano no dio alguna indicación. Lo suyo era intentar marcar diferencia con su mejor arma: las ejecuciones de tiro libre. Respondió.
Nueva amargura para el “Piojo” en la que fue su casa, ese templo en el que tanto se le quiere. Ahora no se llevó media docena de anotaciones, pero fue lo de menos. El zapatazo de Michael, combinado con el infortunio de Orozco y Vilar, bastó para clavarle una daga en el corazón.
Sí, con mucho sufrimiento, pero el América no quedó mal en el festejo de su centenario.