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San Salvador.— La figura triste de Juan Carlos Osorio se recompuso; el crédito que se le había agotado volvió a cobrar fuerza con la victoria de 3-1- sobre El Salvador, que ratifica el liderato del grupo y el paso perfecto en el proceso eliminatorio.

Después de una primera parte difícil, que el propio México se complicó con su pobre accionar, en la segunda todo volvió a la normalidad, con unos salvadoreños demostrando muy poco, y los mexicanos lo suficiente para imponer autoridad.

Triunfo de garra y de paciencia, pero que sobre todo da cierta tranquilidad al proceso.

Triunfo que se debe refrendar ahora ganándole en el Azteca a Honduras el próximo martes. Porque a pesar se todo, la herida chilena y el 7-0 en contra todavía no cierra.

México tenía todo controlado hasta que Jorge Torres Nilo, de forma imprudente, levantó de más el brazo para que el árbitro estadounidense marcara golpe o mano y como consecuencia, penalti.

Larín Hernández lo transformó en gol al estilo Panenka, engañando a Guillermo Ochoa (24’).

El gol desestabilizó al Tri, que urgido por igualar se partió, provocando los gritos de Rafael Márquez, quien trataba de volver a pegar todo lo que se rompió.

En la defensa Torres Nilo no se recuperaba de lo que hizo en los olímpicos, dejando en claro que ya no es de nivel de selección; en la media cancha Héctor Herrera trotaba sin idea y en la delantera Jiménez luchaba en solitario.

Sólo Márquez, siempre Márquez, recomponía al equipo, y Aquino aguantaba todas las patadas de que era blanco.

México terminó dominando la primera parte, mas el peligro de un contraataque salvadoreño, estaba presente, siempre latente.

La salida de Torres Nilo para la segunda parte cambió la cara del equipo mexicano. El Salvador salió a defender su ventaja, cedió la media cancha y pronto pagó las consecuencias.

Herrera se puso a trabajar; Layún, ya por la izquierda, se vio más suelto;  Aquino se quitaba las patadas y Raúl Jiménez se tiró a la banda para dejar en el centro a Ángel Sepúlveda.

Y hubo mejoría.

Servicio a segundo poste y Héctor Moreno, caminando, empujó la pelota para el empate (52’).

El Cuscatlán, agresivo en el inicio y soberbio en la ventaja, se quedó mudo y después desesperado cuando Sepúlveda, con certero remate con la cabeza, dio la vuelta al marcador (58’).

México ya era amo y señor del juego, con dominio total en toda la cancha y con claridad al ataque.

Sepúlveda sacó al crack que todos esperaban, al abrirse espacios, pero a la hora de definir, demostró por qué es suplente en Querétaro.

Falló dos claras, muy claras.

Ahora era México el que jugaba al contragolpe, el que aprovechaba los espacios; gracias a eso, el árbitro de Estados Unidos se inventó un penalti sobre Jiménez, que el propio Raúl convirtió en gol (73’).

El Cuscatlán comenzó a vacunarse, la derrota estaba escrita y la eliminación consumada.

Y México regresó a casa, con el deber cumplido, siendo superior y práctico, como se juegan las eliminatorios, pero consciente de que la deuda todavía no está saldada.

Ahora, Juan Carlos Osorio y sus pupilos deberán concentrarse en Honduras, el rival en turno.

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