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hector.morales@eluniversal.com.mx
América abrió gratis las puertas de su Estadio Azteca para resarcir el daño que le provocó a su afición, tras la debacle contra el Guadalajara. Regaló otra vergüenza. Los “Fuera Ambriz” se recrudecieron y ya son unánimes. El puesto de técnico en Santa Úrsula vuelve a cimbrarse.
Rostros demacrados en la grada, que no lució llena, pese a la promoción. Una nueva derrota 0-2 ante León que no le costó un peso a sus fieles, pero que les causa dolor en el año del centenario, donde se supondría habrían festejos al por mayor.
La sola presencia de Ignacio Ambriz molestó a la fanaticada en el Estadio Azteca. En cuanto el nombre del estratega fue anunciado, el abucheo resultó inclemente.
La noche empeoró para Ambriz cuando Mauro Boselli puso en el ángulo un disparo fuerte y certero, que descompuso al americanismo y lo hizo rabiar hasta el hartazgo (9’).
Y para mayor sufrimiento del americanismo, el mismo delantero argentino creó una mágica definición ante la salida de Moisés Muñoz (49’) para aumentar la ventaja del León, que se presentó en Santa Úrsula como el peor visitante del certamen.
América siguió opaco y hasta indolente, y los ídolos homenajeados como Carlos Reinoso, Antonio Carlos Santos, Juan Antonio Luna y Daniel Brailovsky avergonzados por lo que vieron de un equipo que no corresponde al que gestaron en otras épocas.
Las Águilas se toparon con un contrincante serio, que no desperdicia ventajas o se entrega ante cualquier momento de adversidad. El americanismo se dio cuenta de que el León no es Cruz Azul, pero que la realidad de su equipo es más cercana a lo que vio en la humillación con Chivas. Cualquier fan azulcrema hubiera dado lo que fuera por ver a alguna de sus leyendas que fueron aplaudidas ayer al medio tiempo para que ayudara al América.
Lo de hace ocho días, la voltereta histórica ante La Máquina, sólo fue un espejismo: los de Coapa están nublados en sus ideas, su técnico carcomido por la presión que se instaló en su banquillo desde que llegó al Nido.
Las llegadas al marco esmeralda fueron escasas. La noche fría que siguió a una intensa lluvia vespertina se contagió al pecho de los jugadores emplumados, quienes fallaron al mostrar entrega, carácter y la sangre que les permitiera siquiera intentar igualar el marcador.
Ignacio Ambriz sigue sin encontrar las respuestas para enderezar al club hacia la creación de un espectáculo que deleite a su fanaticada. A estas alturas parece que en Coapa sólo Ricardo Peláez, presidente deportivo emplumado, cree en él. Ayer, el timonel guió al americanismo a una nueva desgracia. Esta vez, gratuita.