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Casi siete décadas después, Ignacio Trelles recuerda perfectamente cada detalle de esa extraña tarde, en la que terminó su carrera como futbolista, pero inició la que le haría inmortal dentro del balompié mexicano.
El 11 de abril de 1948, el mítico ex entrenador era jugador del Atlante, club que se midió con el Marte. La victoria fue para los entonces “prietitos” (5-3), pero lo que recuerda el hombre que el sábado llegará al siglo de vida es aquella jugada en la que se le fracturaron la tibia y el peroné derechos.
“Me llegó la pelota a tres cuartos de cancha, empecé a avanzar, salió un contrario a marcarme”, relata don Nacho, en entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL. “Estaba [Martín] Vantolrá, quien era extremo derecho, y le di la pelota”.
“Seguimos avanzando y salieron a marcarlo, por lo que se olvidaron de mí y entré al área sin pelota... Me dio el pase y, cuando me llegaba la pelota a los pies, el portero —que era el “Pulques” León— salió con los pies por delante y me fracturó la pierna”.
Empezaba el calvario que incluyó un año de recuperación, pero jamás volvió a ser futbolista.
—Después de esa jugada ¿imaginó que se retiraría?
—Claro que lo imaginé. No iba a ser fácil [recuperarme].
Tenía 31 años de edad y acaba de volver a México tras su paso por los Vikings de Chicago, institución con la que fue subcampeón en uno de los primeros intentos por crear una Liga seria en Estados Unidos. Sus ilusiones de triunfar con los azulgrana se desvanecieron en un instante, aunque revela que la larga terapia le ayudó a digerir su adiós de las canchas.
“No tanto [me pegó], porque poco a poco va uno... Si fuera de golpe y porrazo, pero tuve todo un año para ir pensando en las cosas, aceptando”, comparte.
El apoyo recibido por parte de la directiva atlantista fue clave. Trelles volvió a México para ser pieza importante en el club, pero su mala suerte no provocó que los altos mandos del club dejaran de pagarle el salario que había acordado al firmar su contrato.
“Afortunadamente no me retiraron, me siguieron pagando. El Atlante se portó muy bien conmigo y, cuando estaba mejorando, iba a los entrenamientos”, relata. “Terminó el campeonato y entonces sí se quitó cualquier compromiso conmigo”.
“Durante todo ese año en el que no hice algo, era atendido por los médicos. Fui mejorando poco a poco y llegué a estar bien para caminar, no para jugar... Inclusive, caminaba con bastón”.
Se había cerrado el último capítulo de su aventura como jugador, mas estaba por comenzar la que disfrutó como ninguna otra. Sí, fue prematuro. Ahora, ya no importa. Daniel Blumrosen Juárez