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Fue apenas el domingo pasado cuando a don Evaristo San Juan, su hijo, del mismo nombre, le festejó su cumpleaños. Cumplir 70 años no pasa muy a menudo, por eso, el jardinero dejó que su vástago comprara de todo e invitara a sus amigos y vecinos a la casa. La señora mató una gallina e hizo un mole bien picoso, como el que hacían sus padres en Puebla, hace ya muchos años.
El hijo de don Evaristo tiene dos hijos, Evaristo tercero y José, el más pequeño. Uno sueña ser como ‘Chicharito’ y el otro como Giovani, por eso se la pasan siempre con la pelota en los pies.
Ese domingo en cuestión, con la fiesta en pleno ajetreo, oyendo a La Tracasola de Monterrey, estaban en la sala, pateando el balón. El abuelo nunca les dice nada, aunque rompan cosas, son su adoración, y entonces… sucedió.
Evaristo tercero intentó hacer un túnel sobre José, quien ágil cerró las piernas para que el balón se quedara con él, ante la acción el mayor de los San Juan saltó hacia atrás para trabar su pie derecho en la pata de un sillón. ”Crack” se escuchó, el tobillo se rompió. El grito fue tremendo y las lágrimas comenzaron a brotar… “Es bien chillón”, dice José… “yo no chillo”.
Don Evaristo, el primero, se dio cuenta y lo llevó al hospital. Fractura fue el diagnóstico…
El abuelo se sentía más que culpable, por eso, cuando el pequeño Evaristo llegó a casa caminando con muletas, se encontró con la gran sorpresa: cuatro boletos para ir al México-Chile. Uno para cada Evaristo, y otro para José.
El problema era… ¿cómo iban a llegar al juego? Su padre usa el auto para trabajar, atiende jardines de gente rica. “Los ‘gringos’ pagan por regar sus plantitas”, cuenta José. Pero eso no impidió a don Evaristo cumplirle a su nieto. Agarró un carrito que utilizaba cuando iba a vender plantas a las afueras de los “malls” y se vino jalándolo con su nieto encima.
Al fin llegaron al Qualcomm Stadium, los tres con su camiseta verde, después de horas de andar. El problema ahora será subir hasta el último piso del estadio. Evaristo tercero y José no están cansados; don Evaristo descansa mientras espera la llegada de su hijo.
Eso sí, no podían olvidar a su mejor amigo, el balón, y cada que el abuelo se descuida, el pequeño San Juan lo patea. Quiere cobrarle a José ese túnel que provocó su fractura, porque él no tuvo la culpa y es más, provocó que lo trajeran al estadio.