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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Ismael Sosa estaba inconsolable cuando volvió con sus compañeros, quienes intentaron reanimarlo, al igual que las miles de gargantas que coreaban su apellido. Nada sirvió. El ‘Chuco’ marcó el doblete que dio vida a los Pumas, pero el destino se empeñó en que fuera el villano. Eso explicó las lágrimas que recorrieron sus mejillas tras el penalti convertido por el defensa central Arturo Mina.
El argentino falló el suyo y representó la diferencia. Fue la victoria más amarga para los felinos (2-1, 3-3 global y 3-5 en penaltis), quienes fracasaron en su intento por ser el cuarto club mexicano que alcanza las semifinales en la Copa Libertadores. El Independiente del Valle de Ecuador, la sorpresa en el torneo, sigue con el cuento de hadas. Ahora, tras la pausa obligada por la Copa América Centenario, se medirá con el legendario Boca Juniors de Argentina.
Eduardo Herrera, Daniel Ludueña e Híbert Ruiz convirtieron sus disparos, mas el del ‘Chuco’ fue determinante. Noche lluviosa y triste en el Olímpico Universitario. El dominio no alcanzó para dejar a ese equipo que asombra a América.
La tormenta que azotó a Ciudad Universitaria fue el preludio del sufrimiento para un pueblo que cumplió con su parte. Debido a que los seguidores ecuatorianos no eran más de 300, los boletos correspondientes a la cabecera sur, esa que suele estar destinada para el visitante, fueron vendidos a simpatizantes universitarios, lo que provocó una entrada de época.
El mosaico humano casi se extendió desde el palomar hasta la tribuna en la que está el pebetero. Los seguidores auriazules entendieron perfectamente lo que estaba en juego.
Virtud que los Pumas parecieron extraviar cuando el árbitro peruano Víctor Hugo Carrillo le perdonó la vida al volante Bryan Cabezas, quien sólo fue amonestado tras frenar a Sosa.
Habían pasado cuatro minutos desde la expulsión del zaguero Luis Ayala (55’). El Independiente del Valle lucía noqueado... Hasta que el propio equipo mexicano decidió darle vida, con la lluvia como testigo.
Perdió la batalla de los sentimientos en el momento más inoportuno. Segundos después de la polémica acción que pudo dejar a los sudamericanos con dos futbolistas menos, Junior Sornoza, ex hombre del hoy finalista Pachuca, ejecutó un tiro libre que lucía inofensivo. El problema es que nadie se animó a cambiar la trayectoria del balón, que terminó en el fondo del arco rival, ante la absorta mirada del ‘Pikolín’ (66’). Mazazo para un pueblo que ya se veía entre los cuatro mejores de América.
El transitorio empate global (3-3), con idénticos resultados en ambos partidos, obligaba a la serie de penaltis, instancia que no desagradaba al club de Ecuador, que —pese a estar con un hombre menos— se las ingeniaba para preocupar a Palacios.
Los 120 mágicos segundos protagonizados por Sosa apenas alcanzaban para seguir con vida en la eliminatoria. El argentino confirmó ser el verdadero genio auriazul. Eduardo Herrera, Matías Britos y Luis Quiñones completan el póquer de atacantes felinos, pero ninguno marca la diferencia que el ‘Chuco’.
Quedó claro con el doblete (15’ y 17’) que le permitió llegar a ocho goles en la competencia y alcanzar momentáneamente a los máximos romperredes de la actual edición.
Fueron casi una calca, aunque el segundo tuvo una mayor dosis de hermosura. Javier Cortés le filtró la redonda y Sosa fusiló al meta Daniel Librado Azcona con un zapatazo que desató el alarido de la multitud. Las gargantas felinas todavía padecían los estragos del fuerte grito que lanzaron dos minutos antes, cuando Ismael aprovechó su velocidad para superar la marca de Jefferson Orejuela y firmar, también con un potente disparo, el que era el tanto de la clasificación.
Parecía una noche histórica... Hasta que los dirigidos por Guillermo Vázquez enseñaron sus carencias para doblar a un conjunto que jugó disminuido numéricamente casi por 40 minutos.
El final del tiempo de juego fue dramático. Primero, Darío Verón hizo gala de toda su experiencia y amor por los Pumas al resistir el contragolpe encabezado por José Angulo. Segundos después, el eterno capitán universitario casi hace un tanto para la posteridad, mas su cabezazo fue controlado por Azcona, quien presumió su plasticidad.
No hubo más que dirimir al semifinalista desde el húmedo manchón pintado en el área cercana a la portería norte del Olímpico Universitario.
Fue la quinta victoria de los Pumas como locales en este torneo. Ni siquiera concedieron un empate. Anotaron 16 goles y recibieron cinco, pero de nada les valió. Sosa falló el disparo más importante.