Pese a ganar el Clásico Nacional en Liguilla, Ignacio Ambriz sabe que lo único que le sirve con las Águilas es coronarse. Eliminar a Chivas no lo es todo para la institución de Coapa.
“Aquí la única palomita que te ponen es cuando sales campeón”, asume el técnico del América, con el alivio en rostro, tras lograr que sus dirigidos accedieran a semifinales.
‘Nacho’ evita hablar de ilusión acerca de un posible título. Mantiene la cautela, porque aventurarse con promesas está lejos de su discurso. Mejor se enfoca en aplaudir la labor de sus pupilos.
“Ellos entendieron bien lo que son los colores del América. Tienen mucho orgullo y luchan a muerte. Es lo que me tiene con confianza y seguro”, halaga.
“Los perros se mueren en la raya y este equipo tiene eso”, añade convencido del potencial de su plantel.
Las críticas hacia la labor de Ignacio Ambriz han disminuido. Casi se puede decir que están extintas. El poco espectáculo que pudiera dar su estilo lo han suplido con alegrías como la obtenida ante el Rebaño Sagrado.
“No le vine a callar la boca a nadie. Pedí que me dieran chance de trabajar, de hacer una familia y es lo que hemos hecho”, describe.
“Para nada es fácil dejar a jugadores en la banca, pero ellos tienen el compromiso de salir adelante para beneficio del equipo”, reconoce el timonel emplumado
No tiene claro si el triunfo sobre el Rebaño Sagrado le asegura la continuidad para el próximo torneo: “Tengo contrato por dos años, pero los resultados son los que mandan. No tengo nada claro”.
Su certeza es de que el América sale fortalecido de ganar en el Clásico, de cara a la siguiente ronda.
“Ganar el Clásico te da ese compromiso mayor de hacer las cosas. Nos metimos en esa inercia, tenemos orgullo y defienden los colores del América a muerte”, concluye.
La música de banda suena en el túnel de Estadio Azteca. Es Osvaldo Martínez, quien tiene una bocina con el volumen alto. El sonido llega hasta los oídos de Ignacio Ambriz en plena conferencia de prensa.
“Osvaldo, apaga tu chin..., hijo”, ordena el técnico americanista, quien no quiere que ese acto del contención paraguayo sirva como burla hacia el Guadalajara, recién derrotado.
De pronto, aparece el silencio. Las melodías jocosas dejan de sonar. ‘Osvaldito’ se tiene que guardar su celebración para un mejor momento.