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A Ignacio Ambriz se le ve como nunca antes desde que llegó al América. Sonriente, radiante y una felicidad que denota que los cuestionamientos se han alejado. Se fueron las críticas para que apareciera la alegría del estratega del América.

“La heridas del futbol me han fortalecido, el amor que le tengo a esta profesión es lo que me ha sacado adelante”, confiesa “Nacho”.

Las Águilas, pese a la racha de cinco partidos de liga con victoria, aún se mantienen sin conquistar el torneo. No hay de otra en Coapa, o se es campeón o se sufre el olvido. Es la realidad que viven los estrategas en el Nido y Ambriz la comparte.

“Hay que tener los pies en la tierra, porque falta mucho torneo y hay que enfrentar la final de la Liga de Campeones de la Concacaf, que va a ser difícil”, avisa.

“La única palomita que te aplauden es ser campeón, mientras no hay nada”, sentencia.

El entrenador americanista, no obstante, se ha mostrado liberado. Los fans emplumados lo respetan y ya no piden su salida como lo hicieron cuando Ricardo Peláez, presidente deportivo del América, lo anunció como sucesor del uruguayo Gustavo Matosas.

Ahora, Ambriz se toma “selfies” con quienes le piden una foto para el recuerdo y el timonel azulcrema sonríe de oreja a oreja.

Su humildad contrasta con la exigencia que mantiene. Evita cualquier tipo de relajación propia y de su plantel. “Aquí nadie tiene el puesto seguro”, resalta.

Nacho confía en que los éxitos llegarán a Coapa. Es cuestión de mantener la inercia.

El segundo lugar en la liga y la final de Concacaf a la que accedieron los americanistas es poco para el técnico del conjunto más polémico del futbol mexicano: “América puede llegar más alto”, amenaza.

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