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Parco por naturaleza, Guillermo Vázquez deja ver —esta ocasión— la molestia que experimenta. Sus ojos son la ventana al iracundo corazón de un hombre que lamenta las innumerables falencias mostradas sobre el lienzo verde de Ciudad Universitaria.
Más allá de perder ante el Puebla, duelo que lucía accesible, al director técnico de los Pumas le inquieta la oscura expresión estética de un conjunto que suele remasterizarse como local.
“Hoy [ayer], el equipo no funcionó como normalmente lo hace, como genera llegadas”, reconoce, con la mirada encendida. “No tuvimos ese peso de mediocampo para adelante, pero es la misma gente [que participó en el torneo anterior], incluso con refuerzos, así es que espero que se note una gran mejoría en el siguiente juego [frente al Atlas]”.
Sobre todo, en el penúltimo y último toques. Los auriazules tuvieron diversas opciones para infundir terror en el área rival con peligrosos servicios, pero casi siempre resultaron sencillos para los zagueros de La Franja.
“Debemos tener más claridad, jugar con mayor seguridad, intentar mejor y terminar bien las jugadas”, enlista. “Por estar queriendo ir por el gol a como diera lugar, no hubo esa claridad para decidir mejor. Pero ya pasó y nos queda ver para adelante”.
“Hubo imprecisiones, no terminamos bien las jugadas”.
Persecución arbitral. Tras ser expulsado por tardarse en reanudar el partido, Cristian Campestrini denuncia maltrato verbal por parte del árbitro Diego Montaño.
“Parece que no lo puedo hacer [tomar algunos segundos antes de despejar], porque me han echado el semestre pasado dos veces”, recuerda el guardameta del Puebla. “No puedo poner a la Virgen [de San Nicolás de los Arroyos] al lado de un palo [del arco], no puedo llevar agua... No sé por qué me tratan muy mal dentro de la cancha”.