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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Michael Arroyo no fue el único que solicitó ayuda divina antes de aquel tiro libre que cerró la dramática semifinal entre los Pumas y el América, al irse por encima del arco. Mientras el atacante se santiguaba y besaba la pelota, Guillermo Vázquez fijó la mirada en el cielo.
Los líderes llegaron al estadio Olímpico Universitario con una histórica ventaja sobre su rival más enconado (3-0). Coquetearon con la tragedia, debido a su excesivo recato y el amor propio de un equipo que, al igual que el jueves en Santa Úrsula, se suicidó.
Dulce caída para los universitarios (1-3, 4-3 global), quienes jugarán su primera final en cuatro años y medio. Al igual que hace 24, clasificaron a la Liguilla como punteros y llegaron a la serie por el título. Sí, aquella vez también dejaron en el camino a los azulcrema.
La única diferencia es que ahora sí hicieron más anotaciones tras los 180 minutos. Ganaron la final de la campaña 1990-91 por mayor número de tantos marcados como visitantes (el global terminó 3-3).
Eso explicó el sufrimiento de Vázquez. Fue un doloroso déjà vú para el hombre que dirigía al Cruz Azul en aquella inverosímil serie por el título del Clausura 2013, esa que perdió con el América, pese a que ganaba por dos anotaciones de diferencia, con sólo un par de minutos en el reloj.
Moisés Muñoz volvió a agregarse al ataque y el volante de contención Alejandro Castro estaba en el área, con la esperanza de —ahora sí— ayudar a su equipo. No hizo falta. El disparo de Arroyo se impactó en la barrera auriazul.
Las Águilas merodearon la hazaña. Se quedaron a un gol, pero su exhibición desnudó al club que marcó la pauta durante la fase regular del Apertura 2015.
“Estamos en otro momento, etapa. Así se juegan las Liguillas”, sentenció Vázquez, iracundo. “Si no les gusta, está bien. Sigo pensando que el equipo hizo lo que debía para sacar el resultado”.
Se replegó y esperó los embates de un grupo necesitado de marcar cuatro veces para comenzar a ilusionarse con la final. Por esfuerzo no quedó. Los futbolistas de Ignacio Ambriz ensayaron 25 disparos, 10 a la portería, mientras que los locales sólo intentaron una vez al arco que defendió Moisés Muñoz.
Les bastó para marcar. Lo realizó Javier Cortés (84’), tras un gran desborde de Ismael Sosa por derecha.
Para entonces, los amarillos ya jugaban con dos hombres menos por las expulsiones de Paolo Goltz (71’) y Rubens Sambueza (77’).
De los 180 minutos de la eliminartoria, el América jugó con nueve futbolistas durante 40 minutos. Cuando estuvieron 11 contra 11, el global favoreció al América (2-0).
Ambos goles fueron marcados por Carlos Darwin Quintero (9’ y 26’). El primero, con la pierna derecha tras un pase de Darío Benedetto; el otro coronó una espectacular pared con el ‘Pipa’.
El tanto de Cortés despertó a la marabunta, pero volvió a ser dormida con la obra de arte fabricada por Andrés Andrade, quien colocó el esférico en el ángulo superior izquierdo de la portería local (86’).
A Vázquez no le sorprendió padecer tanto, “porque ellos [amarillos] no tenían algo que perder, fueron al frente con todo, tienen un equipo muy poderoso, gente importante como suplente”.
“Uno quisiera no sufrir, pero así se presentan estos partidos y lo resolvimos”, añade.
Con mucho sufrimiento, en especial por parte de él.