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Israel Jiménez intentó detenerla con un efusivo abrazo, pero esa locomotora gala que pasó por encima de los Jaguares de Chiapas quería rendir pleitesía al hombre que confió en él y le sedujo para emprender la aventura más exótica de su carrera.
André-Pierre Gignac frenó hasta que se encontró con Ricardo Ferretti, en cuyo sistema ha encajado perfectamente un depredador con alma de artista.
Porque el gol que dio la victoria a los Tigres (1-0, 3-1 global) fue tan letal como bello. El ‘Tuca’ levantó su apretado puño derecho poco después de que Rafael Sobis bajara aquel balón en los linderos del área chiapaneca. El único de los ogros que aún es bigotón sabía que el resto era simple trámite para su delantero cinco estrellas.
Mas la definición no fue rutinaria. Su zapatazo resultó inalcanzable para el meta Óscar Jiménez (21’). Quedaba mucho por jugar, aunque en las dos bancas sabían que la eliminatoria estaba finiquitada.
Desencajado y sin el mostacho que prometió rasurarse si clasificaba a la fase final, Ricardo Antonio La Volpe contempló la dosis de realidad para un equipo que continúa sin ganar una serie de Liguilla.
Los felinos sureños jugaron su décimo enfrentamiento a matar o morir. Han sucumbido en todos.
Da lo mismo el escenario del cotejo definitivo. Fueron locales en el encuentro de vuelta por primera vez desde los cuartos de final del Clausura 2006, cuando el Guadalajara los echó (6-5 global).
Esta vez no hubo tanta espectacularidad, aunque la nómina con mayor valor en la Liga MX (más de 50 millones de dólares) obsequió tres obras de arte.
Gignac firmó dos: aquella chilena que provocó la erupción en el ‘Volcán’ y el derechazo que apagó la ilusión de un pueblo ya acostumbrado a padecer en la Liguilla. Sus Jaguares no habían perdido como locales en el torneo... Hasta que apareció la locomotora francesa.