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A Jesús Ramírez aún le brillan los ojos cuando observa su trofeo de campeón del orbe Sub-17. Lo atesora, lo presume, porque forma parte de sus recuerdos más sublimes. Describe la hazaña en Perú con frescura.

Está convencido de que el 2 de octubre de 2005 —cuando sus chavos derrotaron en la final de la Copa del Mundo 3-0 a Brasil— cambió la historia de México, no sólo en el plano deportivo, sino en el social.

“Mejoró la autoestima del mexicano”, considera en entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL, porque se acabó con el “ya merito”.

Triunfo que se gestó desde que Chucho tomó las riendas de ese combinado en 2001 con jóvenes que nadie conocía, pero que alcanzaron la inmortalidad al coronarse y convertirse en los dueños del futbol infantil en el planeta.

—¿Te veían como a un loco cuando les dijiste a los federativos que llevarías México al título mundial en Perú?

“A Guillermo Cantú [entonces director de Selecciones Nacionales] llegué a decirle que íbamos a ser campeones del mundo. Mi expectativa era muy diferente a la de los demás. Yo era como el soñador, un poco, sí (me veían como loco)”.

—Con el título de Perú 2005, ¿Se acabó con el “ya merito”?

“Yo creo que sí, sin duda. Ese impacto fue social, abrió otra puerta para decir que podemos hacer esto y mucho más. Se vio con más triunfos, con una constante en el trabajo. Aprendimos a ganar, una vez que el equipo se convenció, Cuando entiendes que eres poderoso, hábil, ya no estás supeditado a algo externo. Aprendimos a ganar.

“Me molestaba el “sí se puede”. Soy tan poca cosa que sí se puede. El gritito no me gusta. No hay diferencia con los alemanes. La mentalidad no tiene edades, nacionalidades. Gana el que lo piensa y ejecuta”.

—Para lograr ese campeonato, ¿cómo compenetraste a chavos que venían de clases sociales diferentes y hasta opuestas?

“Dentro hay reglas de competencia. Internamente se generó algo no hablado, pero bonito. Respeto interno, con o sin dinero se tuvo una franja homogénea, que el que llegaba hacía ‘click’. El que tenía coche, es más fácil de convencer que quien no tiene dinero para el camión, para comer, o el que no tenía zapatos. Fue un equipo de características distintas, tanto deportivas como sociales, pero la mentalidad se unificó”.

—¿Te hizo justicia la revolución por ser campeón mundial?

“Estos últimos años he tenido la oportunidad de trabajar en el extranjero, la gente puede pensar que ya no he hecho nada. Fueron así tres años de trabajar en Japón. Estoy con madurez, mejor visión. Al club que yo vaya, el año que entra, ojalá que se dé, me va a ir muy bien. Sí, han habido decisiones difíciles, de propuestas de selecciones de Costa Rica, de El Salvador, las he evaluado, y al final terminamos no arreglando contrato. Me llena de orgullo que otros países se fijen en mi trabajo. He hecho lo que he querido y el año que entra igual me enfoco en dirigir”.

—¿Tus chavos están donde tú querías que estuvieran?

“El desarrollo, el avance es seguir pensando. Hay unos que han obtenido más, otros se han estancado, otros que ya no pasó nada en lo deportivo. Han tomado decisiones, la respuesta es que el que ha querido ha seguido obteniendo, el que lo ha dejado de hacer, pues ahí está”.

—¿Podrías catalogarlo como el año en que se terminó con la mediocridad en el futbol mexicano?

“Yo creo que sí. Puede ser muy petulante, pero para mí, 2005 fue un gran parteaguas para lo que vino después. Todos te dicen lo mismo que hubo un cambio social, del México que uno desea. Si cada uno hiciera lo que corresponde, qué nível de país tendríamos, ¿no?

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