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Guadalajara.— La madrugada del 17 de junio de 2002 (por la diferencia horaria), el futbol mexicano sufrió una de las derrotas más dolorosas de su historia. Toparse con Estados Unidos en octavos de final de la Copa del Mundo de Corea-Japón hizo soñar con el quinto partido. La victoria se sentía segura. No fue así. Los goles de Brian McBride y Landon Donovan fueron un hiriente golpe para el orgullo nacional.

Un inolvidable 2-0. Un dolor que no ha encontrado venganza. Y un trauma que el balompié azteca, 13 años después, ya ha superado, según explica Ramón Morales, titular en aquel encuentro y durante muchos años seleccionado mexicano.

Este sábado, se volverán a ver las caras. El nacido en La Piedad, Michoacán, atiende una charla con EL UNIVERSAL, asegura que se trata de un Clásico, pero de ninguna manera puede considerarse una revancha para México, pues esa sólo se dará cuando vuelvan a enfrentarse en una instancia definitiva de Copa del Mundo.

—Jugaste muchos partidos de estos, ¿qué es lo primero que te viene a la mente cuando piensas en Estados Unidos?

—Clásico, rivalidad, orgullo, pienso en todos mis paisanos que están allá, yo tengo familia también allá. Tristeza o felicidad, porque a veces no medimos la dimensión de las cosas, cuando estamos ahí, al jugar ese tipo de partidos, ponemos contentos si es un triunfo a muchísima gente que va a ganarse la vida allá y por supuesto a gente que está en México. O los ponemos tristes. Cuando entramos al terreno de juego tenemos que estar conscientes de la importancia del partido.

—Dentro del campo, el seleccionado mexicano, tú lo fuiste mucho tiempo, ¿sí siente este duelo como un Clásico?

—Sí se siente, y el que no lo siente no sé si tiene atole en las venas, porque al entrar al terreno de juego estás concentrado, te enfocas, buscas hacer tu mejor partido, pero la realidad es que también está la gente en la tribuna. Incluso va cambiando esa parte: antes era 90 por ciento mexicano, 10 por ciento americano; hoy creo que podemos ver un 60 o 70 mexicano y ya un 30 o 40 estadounidense, si no es que parejo y en algunas sedes hasta a favor de Estados Unidos. Desde ahí va la rivalidad y cuando entras al terreno de juego, si no sientes esa parte, creo que no estás sintiendo la playera de México y la importancia de vestirla.

—Te tocó una etapa complicada, en la que Estados Unidos se le puso encima a México. ¿Qué ocurrió: ellos crecieron mucho o de este lado hubo estancamiento?

—Yo creo que creció y México no puedo decir que se relajó, simplemente había un “pero” que no lográbamos culminar. Si analizamos los partidos, era “jugamos bien, pero perdimos”. México hacía buen futbol; Estados Unidos atrás, esperando al rival. México proponiendo, generando jugadas de gol, pero no éramos contundentes a la hora buena. Estados Unidos generaba una o dos y definía, ese era el meollo de la situación.

—¿Qué recuerdas más de los partidos contra Estados Unidos?

—Fíjate que siempre se me viene a la mente el Mundial de 2002, no puedo quitar esa anécdota. Así como tengo recuerdos muy buenos, uno también vive de recuerdos que no son tan buenos y están ahí, hay que vivir con ellos porque nos hacen crecer y madurar. El 2002 nos pegó bastante a todos porque teníamos expectativas muy altas. Analizamos el grupo: Croacia, Ecuador e Italia, no nada más avanzamos como líderes, sino jugando buen futbol. Aparece Estados Unidos en octavos de final y las expectativas crecieron aún más porque era un rival conocido, porque se le podía ganar, porque el futbol que veníamos mostrando era mejor que el de ellos. Las expectativas fueron muy grandes, pero no pudimos cumplir a la hora buena y eso fue un golpe muy fuerte.

—Viéndolo a 13 años de distancia, ¿hubo relajación, el grupo dijo “viene Estados Unidos, hay que pensar ya en el quinto partido”?

—Creo que le bajamos.

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