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Omar Bravo corre jubiloso, ebrio de éxtasis por toda la cancha del Estadio Azteca. Encuentra dos de los goles más dulces de su carrera. Los celebra porque nadie como él ama los colores del Guadalajara. Su grito de felicidad crece ante la tristeza americanista. Rebaño Sagrado que se abraza al final del Clásico Nacional con el sabor de un triunfo (2-1).

Los rojiblancos festejan, mientras sus seguidores brincan gustosos. Chivas (13 puntos) resquebraja una racha de cinco partidos sin vencer al América (18 unidades).

Las Águilas se quedan en el reclamo de un gol anulado de Oribe Peralta, el que empataba el partido, por un fuera de lugar polémico. También lamentan que Fernando Guerrero no les marcara un penalti. Buscan pelea al final. Frustración emplumada, por perder con un rival, en el papel, muy inferior.

Resurrección tapatía producto del efecto Matías Almeyda. El técnico argentino va perfecto con el Guadalajara. De tres partidos, tres triunfos (uno de Copa). Gana algo más que crédito para su gestión.

Nadie lo cuestiona y hace ver la decisión del dueño del Guadalajara, Jorge Vergara, de cesar a José Manuel de la Torre, como acertada.

Enemigos que llegaron a la batalla con realidades dispares. La inestabilidad institucional provocó que en la semana al Guadalajara se le viera más como a una víctima segura.

La cancha es distinta. Ahí, el orgullo suele emparejar, máxime cuando se trata de un Clásico.

Rebaño seguro de sí mismo. Se aferra a la garra y espíritu para hacerle frente a los cremas. La batalla en la que se enfrascó el dueño del club tapatío con sus antiguos empleados como José Manuel y Néstor de la Torre quedó a un lado. Los que importan son los jugadores, conscientes del escudo que defienden.

Osvaldo Martínez entrega el primer gol del partido a Omar Bravo. Quiere retrasar, aunque nunca supo a quién de sus compañeros. Pone la pelota en el centro, afuera de su área entre Paolo Goltz y Pablo Aguilar. Balón que queda a la deriva. Moisés Muñoz sale a ver si lo alcanzaba, pero Bravo toca el balón al fondo de unas redes desguarnecidas (15’).

El esférico es de dominio azulcrema, pero en un centro de Raúl López, Bravo encuentra la manera de anticiparse a Paolo Goltz. Segundo gol del Guadalajara.

Vino el sufrimiento segundos después para el Rebaño. Un penalti que le costó la expulsión a Carlos Salcido por falta en el área sobre Quintero puso el descuento. ‘Osvaldito’ convirtió en gol esa pena máxima (43’). Le quedaron al América más de 45 minutos para igualar.

En teoría, las Águilas lo consiguen, pero el árbitro le quita la diana a Oribe. Guadalajara se obstina en ganar. Colgado del travesaño, pero lo consigue. El júbilo es suyo, la victoria en el Clásico desata la alegría de su pueblo, que comenzaba a acostumbrarse a la derrota. El Rebaño responde a su grandeza.

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