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hector.morales@eluniversal.com.mx
Darío Verón se cansó de reclamar al árbitro José Alfredo Peñaloza. No creía que se le marcara una pena máxima en contra. Guillermo Vázquez tampoco. Estaba más incrédulo que sus jugadores. Sergio Bueno, en la otra banca, aplaudía nervioso para luego romper en una celebración triunfal. La resurrección de Cruz Azul fue obra y milagro de la polémica arbitral.
Un penalti pitado por el silbante, quien señaló ese polémico empujón del capitán auriazul sobre el defensa brasileño Fabio Santos, provocó que el entonces sotanero de la Liga le pegara a los Pumas (2-1), que llegaron al duelo encumbrados como líderes del torneo con 18 puntos. Bondades de un certamen en el que, literal, cualquiera le gana a cualquiera.
Bueno, el director técnico celeste, apretó el puño y alzó los brazos en cuanto Christian Giménez convirtió el controvertido penalti.
Entendió que su equipo tenía que ganar como sea, desechar esa racha de cinco partidos sin ganar (cuatro derrotas y un empate) para comenzar a serenarse, tomar aire en el banquillo cementero y tratar de rescatar un torneo que hasta ayer parecía perdido. Los 10 puntos a los que llegó La Máquina suponen un suspiro de esperanza.
El juez central no dudó en señalar la infracción dentro del área, luego de que Santos cayera. Además del empujón de Verón, pareció recibir un recargón por parte de Gerardo Alcoba. Jugada definitiva, pues el ‘Chaco’ cobró suave, al rincón izquierdo de Alejandro Palacios, para marcar la diferencia en el encuentro (67’).
En cuanto terminó el juego, los felinos se miraron de reojo y con ira a Peñaloza. Reclamaron ante la impotencia de sufrir un descalabro doloroso para su gente, por el orgullo que se juega en estos duelos entre rivales de una misma ciudad.
La nación cementera poco creyó en su equipo. La entrada en el estadio Azul fue floja para lo que se supone es uno de los partidos de mayor convocatoria en la capital del país. Mayoría de aficionados felinos, quienes también se manifestaron como los más ruidosos. Asientos vacíos dejaron ver la poca fe existente entre la afición azul.
En el campo, la distancia de 11 puntos que había entre ambas escuadras se notó poco. La avasalladora ofensiva felina palideció. El equipo representativo de la UNAM daba la sensación de pensar que con la inercia de sus cinco victorias consecutivas le alcanzaría para obtener un triunfo fácil en el coloso de la colonia Nochebuena.
Las estadísticas desaparecieron. Poco se notaron en el terreno de juego. Cruz Azul encontró la ventaja con un penalti, éste sí inobjetable, que el propio Giménez hizo válido para gestar su doblete. Clara falta de Josecarlos van Rankin sobre Joao Rojas.
Fue en el minuto cinco que el choque comenzó a abrirse. La Máquina se tiró para atrás y sobrevivió casi todo el primer tiempo con el cero en su arco.
Javier Cortés encontró la manera de alcanzar la paridad. Un cobro bello de tiro libre dejó parado a José de Jesús Corona (42’). Ese gol dio moral a los auriazules para tratar de funcionar como el equipo que se estaba robando el Apertura 2015.
Pero no. Universidad jamás fue un equipo fulminante, ni matón. Tenía la pelota, la paseaba, pero sus oportunidades eran escasas. El portero celeste fue poco exigido, pese al ímpetu auriazul que terminó asfixiado entre su carencia de imaginación para abrir a un adversario con poca propuesta.
Cruz Azul, a su manera, llevó el partido a su terreno. Recibió esa pena máxima polémica que hizo del ‘Chaco’ la figura del encuentro.
A La Máquina ya nadie le quita los tres puntos ni la victoria sobre el líder, aunque los haya recibido más de forma polémica, para algunos como un regalo del juez central y no un premio a su pálido funcionamiento.