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futbol@eluniversal.com.mx
Duele. La herida ya no sangra, pero las astillas de una cruz celeste siguen encajadas en el corazón. Sus errores en la final del Clausura 2013, contra América, dejaron ver la cúspide del infortunio colectivo de La Máquina.
Ahora, a medio Apertura 2015, desde la trinchera azul y oro de Ciudad Universitaria, Alejandro Castro no esconde el dolor que aún siente por el malestar de Cruz Azul, club que está a punto de cumplir 18 años sin levantar un título de Liga.
“Por supuesto que me duele. Le guardo mucho cariño, lo respeto y más por los amigos que tengo ahí. Yo siempre voy a tener a Cruz Azul en mi corazón y es algo que me duele, aunque esté en otro equipo”, expresa el volante, en charla con EL UNIVERSAL.
Pero, ¿qué es lo que tiene maniatados a los Cementeros? ¿A qué se debe el ‘ya merito’? No hay respuesta concreta para Castro, quien simplemente opta por giros inesperados y caprichosos de la fortuna. Así como los que vivió con el descenso de los Estudiantes-Tecos en el Clausura 2012 y la eventual aparición con Selección Nacional en la Copa de Oro 2013.
“Pueden ser muchos factores”, atina a decir.
“Las últimas veces ha faltado un poco de fortuna. Han sido grandes partidos, muy parejos y así es el futbol, las finales. Si yo o la gente supiera lo que está exactamente pasando, pues hubiera cambiado y sería otra la historia”, menciona el contención.
Aunque es canterano cruzazulino, desde el torneo anterior no había sitio para él en La Noria. Una llamada de confianza lo rescató para enfrentar una revancha con el balompié nacional. El estratega Guillermo Vázquez y una segunda oportunidad estaban al otro lado de la puerta.
“Por supuesto que pasé días difíciles. Para empezar, no me daban ganas de salir. No tanto por lo que decía la gente, [pero] fue un golpe muy duro. Estoy consciente de que es un trabajo en equipo y estamos expuestos a eso. Tampoco puedo esconderme, no hice nada malo... Creo que toda la vida me lo van a seguir haciendo [los reclamos por aquela desafortunada jugada ante las Águilas]”, admite, con recelo.
“Lo que pasó en la final [contra América]... Son cosas del deporte. No soy el primero ni el último. Somos los que estamos dentro de la cancha y nos encontramos expuestos a eso. Es un recuerdo que siempre va a estar ahí, pero eso nos motiva a trabajar muy fuerte, a querer llegar a otra final y a ganarla. Memo siempre ha confiado en mí. Eso me llena de gusto, alegría y mucho compromiso con él”, asegura.
“Al final del torneo pasado, me habló y preguntó cuáles eran mis planes. Le dije que quería jugar y en Cruz Azul no estaba jugando. Se dio la oportunidad de venir [a Pumas] y no lo dudé. Conozco al cuerpo técnico. Estoy agradecido con ellos por la confianza que siguen teniendo a pesar del tiempo”.
No busca caerle bien a todos, no es su estilo. Con los felinos ya ha puesto su huella en un mediocampo que el semestre pasado lucía sin orden.
“Estoy tranquilo con mi trabajo. No soy monedita de oro y no tengo que caerle bien a todos... Eso no es algo que me preocupe mucho. Intento hacer bien mi trabajo, estar tranquilo con lo que tengo y nada más”, atiza, ante el beneficio de la duda que generó a su llegada al club, en el que considera que “ser humilde con las críticas y solidario con los compañeros” son la clave para capitalizar sus esfuerzos.
Hoy quiere demostrarlo.