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El paso por la Selección Mexicana en nada ha alterado a Ricardo Ferretti. Es el mismo gruñón de toda la vida. Tiene 24 años con rabietas, gritos, malos humores y reclamos hacia todo el que se deja, que unos días con el Tri para nada modificaron.

La típica estampa del técnico brasileño se vuelve a ver en el mítico Estadio Azteca.

Le dice a Jürgen Damm qué es lo que tiene que hacer, en qué sitio debe poner la pelota para asistir a sus compañeros. Realiza lo mismo con Rafael Sobis, Guido Pizarro. Le solicita, no de muy buena manera a sus centrales, que nunca arriesguen la pelota cuando salen jugando o eso intentan.

Apenas deja su banca, la tranquilidad que aparentaba, desaparece y se instala el iracundo estratega a unos centímetros del terreno de juego para no perderse ni un sólo detalle que lo pueda hacer explotar.

Cuando el árbitro marca algo que contravienen a los intereses de sus Tigres, se nota furibundo y realiza ademanes airados como señal de protesta. También el brasileño pasea nervioso cuando el América aprieta y pone en riesgo la victoria felina por la mínima.

Su equipo tampoco se ve ajeno a lo que es su estilo. Se dedica a defender, a pararse bien en el terreno de juego y cuando se ve en ventaja, empeora la situación. Los Tigres atentan contra el espectáculo, pero más vale a los jugadores que se mantengan así, porque no quieren hacer enojar (aún más) a su polémico entrenador, quien recibe un fuerte abrazo de Gignac, el encargado de ejecutar, desde los 11 pasos, el único gol de la contienda de ayer.

Como ya ha hecho tradición, el ‘Tuca’ le da todo el crédito a sus jugadores cuando gana. Como fue el caso, manda a dos de sus pupilos a que hablen y puedan sentir la victoria y las preguntas no tan duras de la prensa por los tres puntos obtenidos en el Estadio Azteca.

Ferretti se limita a ser un ojo vigilante e implacable. Hace como que no está ahí, pero los elementos felinos lo descubren. Se cruza de brazos y se pone a mascar su chicle en un rincón de la sala de conferencias del Coloso de Santa Úrsula.

“No creo que hayamos jugado confiados, se presentaron esas situaciones de las expulsiones, que ellos se quedaron con nueve, entonces intentamos abrir los espacios, tratamos de penetrar, pero en ningún momento nos confiamos”, señala sonriente José Francisco Torres, defensor felino.

Acerca de las polémicas tarjetas rojas que lamentaron los americanistas, el ‘Gringo’ dice: “Nosotros hacemos nuestro trabajo igual que el árbitro. Hemos estado en esa situación, ahora le tocó al América y él es el que ve las jugadas. No hemos visto la repetición, a Damm le dan un cabezazo, pero él (César Ramos) tomó la decisión”.

El ‘Tuca’ no pierde detalle de los dichos de sus dirigidos. Ya no hace rabietas, ni nada por el estilo. Sabe que el partido terminó, pero no por eso ha dejado de ser el mismo Ricardo Ferretti irascible y gruñón de siempre.

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