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Ignacio Ambriz ya hizo historia. Desde hace 18 años, el América no perdía dos juegos seguidos en el comienzo de un torneo. Ya lo igualó. En esa ocasión, Jorge Solari, el ‘Indio’, encaminó a las huestes amarillas a dos caídas en fila, la primera frente a León (3-2) y la segunda ante Veracruz (1-0).

¿Cuál es la diferencia con el equipo actual? Quizá no mucha, sólo que en ésta parece que a Nacho algunos de sus jugadores no lo entienden, o no lo quieren. Es evidente que casos como el de Pablo Aguilar y Darío Benedetto deben ser seriamente analizados por cuerpo técnico y directiva.

Si hay culpables de esta derrota frente al Atlas por 1-3, son ellos. Al defensa se le vio lento, displicente y hasta fuera de forma, en tanto que el delantero tuvo tres para meterlas, fáciles, de primero de primaria, y las tres las reprobó.

Segunda derrota del América en fila, y esta vez no habrá pretextos que valgan. Plantel completo. Una de las mejores nóminas del futbol mexicano.

Quizá lo que Ambriz simplemente no ha obtenido es el compromiso de algunos de sus futbolistas.

Gustavo Matosas, al frente del Atlas, logró su dulce venganza. Se fue del América como niño berrinchudo y regresó como cruel verdugo. Seguro de que quien no quiso cumplir sus caprichos, hoy se arrepiente.

La paciencia en el club azulcrema no es mucha y el saldo de Ambriz se agota. La realidad es que, en el primer tiempo, Atlas hizo todo lo posible para perder el juego y América todo lo posible por no ganarlo.

Ambriz salió a jugar con tres hombres al ataque: Darwin Quintero, Benedetto y Oribe Peralta, pero los dos últimos se pasaron la primera parte saboteando al colombiano. Cada balón que recuperaba el chaparrón extremo, era mal recibido o devuelto por el par de atacantes.

A la ofensiva, Atlas tuvo esbozos, jugadas que tocaron la puerta, pero no propiciaron que Moisés Muñoz saliera a abrirles.

Hasta que llegó el error. Una mala salida y la pasividad defensiva de Aguilar y Ventura Alvarado dejaron que Franco Arizala llegara a las narices del arquero y lo fusilara con un gran derechazo.

Pero a fuerza de insistir, América empató. Benedetto ya no quiso fallar y encendió la ilusión.

Pero cuando parecía que las Águilas volarían firmes en la segunda parte, antes de que pasara el primer minuto, Alvarado salvó en la línea un desborde de Christian Tabó, mas al quererse levantar, empujó el balón al fondo de su portería. Bizarro autogol.

América reaccionó a base de orgullo, del orgullo de unos pocos. Otra vez Darwin le puso un balón de oro a Benedetto y otra vez el argentino naturalizado no lo quiso meter.

Desesperado, Ambriz hizo ingresar a Rubens Sambueza, héroe lastimado del que se espera la salvación.

El Atlas se partió. América se abrió de capa y Benedetto dio la tercera muestra de que no está, al volar una pelota en el área chica. Y para acabarla, Darwin, uno de los mejores soldados de Ambriz, se hizo expulsar (72’).

A partir de ese momento, Atlas comenzó a jugar con el América.

Lo que ya no salvó al final fue la puntilla dada por Arizala, en otra falla garrafal de la defensa.

Matosas salió vitoreado del Azteca. Todavía hizo la broma de equivocarse de túnel, en un claro mensaje de que no debió irse... Lo fueron.

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