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Kansas City.— Jürgen Klinsmann prefirió no acercarse a Roberto García. No hizo falta. Una mirada bastó para reflejar la rabia que sentía hacia el árbitro mexicano.
Estados Unidos llegó al juego ante Panamá clasificado a cuartos de final y con el liderato del Grupo A en el bolsillo, pero su entrenador quería terminar invicto la ronda inicial de la Copa de Oro. El sueño se desvaneció en el silbato del juez.
Igualada (1-1) amarga para ambos. Los locales recibieron un mazazo en el orgullo; los centroamericanos deberán esperar una combinación de resultados para seguir con vida.
El representativo dirigido por Hernán Darío Gómez no ha perdido en el certamen. El problema es que tampoco se ha impuesto. Su colección de empates apenas le alcanza para ser tercero del sector y mantenerse a la expectativa. Si la suerte le sonríe, jugará el domingo —en East Rutherford— contra el ganador del choque entre las Selecciones de México y Trinidad y Tobago. En caso de que no se saquen diferencia, serán los ‘Soca Warriors’.
Lo que explicó la desazón del ‘Bolillo’ tras el silbatazo final. El gol de Blas Pérez (33’) lo hizo soñar con el batacazo, más allá de que debió ser anulado.
El goleador estaba adelantado cuando Luis Tejada le puso aquel servicio con el que coronó la faena al zaguero americanista Ventura Alvarado.
Sí, Estados Unidos se mantiene como firme candidato a ceñirse la corona de la Concacaf, pero la fragilidad de su última zona provoca jaqueca en Klinsmann, quien resopló con cada una de las tres atajadas salvadoras del guardameta Brad Guzan.
Desahogó su frustración al observar el tanto de Michael Bradley (54’). El valioso contención estremeció las redes carmesí, pero el crédito de la acción perteneció a Alejandro Bedoya, cuyo arrojo e inteligencia le permitieron dar un servicio cuando lucía sin salida.
Para entonces, García también pasó por alto una falta de Harold Cummings sobre Bedoya, digna de tarjeta roja. El entrenador alemán se sintió robado... Y lo asomó en la mirada.