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daniel.blumrosen@eluniversal.com.mx
Hechicero de ensortijada cabellera, enigmática sonrisa e imperfecta dentadura que convierte en oro todo lo que toca. El hombre que lo dirige es apodado el ‘Rey Midas’, pero Ronaldinho es quien garantiza títulos... Y está a cuatro partidos de hacerlo con el Querétaro.
Esta noche, frente al Pachuca, el astro brasileño buscará dar otro paso hacia una nueva gesta. Los Gallos Blancos son el séptimo club en el que juega. Fue campeón en los seis anteriores, sin importar las complicaciones.
Toque que ilusiona a quienes le acompañan en su aventura mexicana. Además de venta de camisetas, boletos y magia sobre el campo, fichar a ‘Dinho’ es sinónimo de coronaciones. Nació bajo la insignia del triunfo.
“Ha participado en 45% de los goles del equipo, tiene que ver en anotaciones cada 78 minutos, fue líder de asistencias gran parte del torneo”, presume Arturo Villanueva, presidente del Querétaro. “Tiene cinco goles, los cuales nos dieron la clasificación... Cada vez se le ve mejor. Tener a una figura de su tamaño, que ha ganado cosas, aporta”.
Quedó demostrado en sus anteriores equipos. Todo comenzó en 1999, cuando ganó el campeonato gaúcho con el Gremio, club en el que debutó un año antes, con 18 de edad. También se coronó en la Copa, previo a ser transferido al Paris Saint-Germain. Su talento ya deslumbraba al planeta.
Jugó dos años en Francia y sólo obtuvo la Copa Intertoto (clasificatoria a la hoy Europa League), pero le sirvió para mantener su estela ganadora.
Esa que consolidó en el Barcelona, conjunto con el que alcanzó la cúspide mundial. Dos Ligas, una Champions League y un par de Supercopas españolas fueron su legado durante el lustro que militó con los culés. Para entonces, ya había ganado la Copa del Mundo Japón-Corea del Sur 2002, porque también escribió historia en el ‘Scratch du Oro’.
Además de ese título a nivel mayor, ganó el Mundial Sub-17 Egipto 1997, la Copa América Paraguay 1999 y la Confederaciones Alemania 2005.
Bagaje transmitido a sus compañeros, quienes valoran tenerlo de su lado y en buen momento. Cada lujo en una práctica o partido les emociona.
“Lo vemos bien, contento, con esa alegría que nos transmite a nosotros, a todo el club en sí”, valora el goleador Emanuel Villa. “Lo está disfrutando y, si lo hace, es un beneficio para todos nosotros”.
Su salida del Barcelona (temporada 2007-08) lucía como el inicio del declive, mas llegó al Milán y mantuvo su estatus de figura. Resultó clave para la obtención del ‘Scudetto’ en el ciclo 2010-11, su último como “rossonero”.
Las piernas ya no le daban para más en la alta competencia europea y volvió a Brasil, como principal fichaje del Flamengo. Pese a que no estuvo en su mejor forma física, se adjudicó el torneo carioca en 2011.
Su pasado en el Gremio complicó que la gente le aceptara de inmediato, pero se la ganó con esa magia y alegría que son “copyright” suyo. Cuando el idilio comenzaba, se marchó al Atlético Mineiro, donde robó corazones.
El conjunto de Belo Horizonte jamás había ganado la Copa Libertadores, pero lo hizo en 2013 con Ronaldinho como gran estrella. Eliminó a los Xoloitzcuintles de Tijuana dentro de los cuartos de final y se impuso al Olimpia de Paraguay en la serie por el título continental. Sólo marcó cuatro tantos, pero fue el líder de asistencias (siete). Desequilibrio también mostrado con el Querétaro, pese a sólo disputar 752 minutos, de mil 710 posibles, en el certamen.
“En cualquier momento puede sacar algo que haga ganar el partido”, sentencia el defensa Yasser Corona, quien es respaldado por el ‘Tito’: “Para todos, es un lujo tenerlo en la Liga. Es un jugador muy importante y qué bueno que está con nosotros, porque marca diferencia”.
Su más reciente coronación fue en la Recopa Sudamericana del año anterior, frente al Lanús de Argentina.
Coleccionista de éxitos que llegó a un club con vitrinas vacías y mínima historia en fases finales. La actual es apenas la tercera para los queretanos, quienes juegan su segunda semifinal en la Primera División. Jamás han llegado a la instancia definitiva, pero cuentan con ese hechicero de ADN ganador, el que nunca se ha marchado de un club sin dar la vuelta olímpica.
Todavía le resta un año de contrato, pero todo indica que juega sus últimos partidos en México. Esta es la última oportunidad para alargar la fantástica historia.