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ariel.velazquez@eluniversal.com.mx
Bienvenidos al primer Super Bowl de la era Donald Trump.
Un helicóptero sobrevuela sin descanso el área de Discovery Green Park. El negro mate de su carcasa y las aspas metálicas están a la caza de cualquier amenaza que pueda dañar un fin de semana con carácter de fiesta nacional.
En tierra, exhaustivos controles de vigilancia flanquean las dos entradas. Justo en la fila de ingreso a NFL Live, el primer retén es el olfato de perros entrenados para detectar explosivos. En un estado (Texas) donde ya es posible la portación visible de armas de fuego, la fiesta del Super Bowl logró mantenerlas a raya para tener la seguridad de que sólo policías pudieran disparar.
Los caninos serpentean entre los aficionados ataviados con productos de la NFL que ya esperan disfrutar y gastar en más indumentaria que al otro año muy seguramente no tendrán . Pero momento, hay que aguardar... Aún falta un arco de vigilancia y pasar cualquier metal por el ojo de los inspectores que si bien con sonrisa amable, no pueden disfrazar que están ahí prácticamente para bloquear a cualquier persona que los haga sospechar. Caras de póquer con nervios de acero.
No hay que olvidar que el partido de mañana en el NRG Stadium entre los Patriots de Nueva Inglaterra y los Falcons de Atlanta, así como el resto de las actividades tienen prioridad 1 en la escala de seguridad nacional. Los radares de las fuerzas armadas no se permiten descansar. Estados Unidos no es amigo de todo el mundo y con Trump algunas relaciones se agudizaron más.
Al sortear los filtros, Disneylandia de la NFL se puede gozar. El centro de Houston adoptó en el complejo George R. Brown, el NFL Live y lo hizo a lo Texas, donde todo es más grande. Una bóveda de más de 20 campos de futbol americano con múltiples caras, incluyendo un jardín que bajo la noche adquiere su mejor color, es el punto de reunión.
“En 2003 cuando el Super Bowl vino a la ciudad, yo era muy pequeño. Mis papás no me pudieron traer porque no había dinero en la casa. Ahora vengo con el dinero que gano arreglando coches y espero pasarla de lo mejor. No me fijo en los precios de las cosas, sino en lo que quiero tener y en lo que quiero divertirme”, dijo Carlos Martínez, quien tiene padres tamaulipecos.
La Hidra de Lerna de la liga ofrece un rincón del museo del Salón de la Fama, una tienda de lujo que incluye balones de cristal que la firma joyera Tiffany exhibe para todos, pero vende a unos cuantos. Restaurantes que ofrecen hamburguesas de 28 dólares (588 pesos) y bares con cerveza en 168 pesos.
Pero en donde a todos se les olvida la edad que tienen, sin duda es en el NFL Expierience. Múltiples atracciones en las que imitan los ejercicios de los jugadores profesionales son atiborrados por adultos que se imaginan regresar unas cuantas décadas para lograr su mejor atrapada y por niños que sueñan en ser algún día como Tom Brady o Julio Jones. Un boleto de ilusión por poco más de 700 pesos.
En el día más frío de lo que va de la semana (14 grados centígrados), el calor de la gente texana entró en ebullición con el Super Bowl LI. Antes del viernes, no era palpable el ambiente que regala el partido más importante del año. Pero todo cambió. Sin jornada de escuela y trabajo hoy, la población de Houston y los visitantes colmaron Discovery Green Park.
Se calcula que un millón de personas están en la ciudad para formar parte de las festividades.
Conforme corren las horas, el paisaje cambia. Con la noche las familias se van y arriban los jóvenes que en el jardín se prestan a escuchar conciertos de diferentes artistas, mientras en el descomunal set del canal Fox Sports, dueña de los derechos. Terry Bradsaw, Troy Aikman, Michael Strahan comentaristas de la televisora, son atrayemtes para los fanáticos que los vieron levantar por lo menos una vez el trofeo Vince Lombardi.
En el primer Super Bowl de Donald Trump, su nombre se ha ido apagando. Es más fuerte la presencia policial que las manifestacio-nes en su contra, que por ahora fueron tacleadas por el ímpetu del futbol americano.
“Soy indocumentado. Llegué a Texas hace 30 años y tengo que decir que si me deportan voy a volver a tratar de ingresar con muro o
sin él. Mi vida está en este país y no soy ningún criminal que busque huir. Con Trump o sin él, voy a vivir aquí”, sostuvo Adrián Valdez, migrante mexicano.
La noche cierra con espectáculo de fuegos artificiales y con música en español para que no se olvide que en Houston se habla el idioma de Hispanoamérica.