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Muy pocos pensaban que el veterano Tom Brady, involucrado en el escándalo de los balones desinflados ilegalmente o “Deflategate”, iba a poder recuperar con los Patriots de Nueva Inglaterra su mejor momento de juego y mucho menos que el equipo llegase también al Super Bowl.
Ambas cosas han sucedido durante otra temporada de la Liga Nacional de Futbol Americano (NFL) histórica para Brady, de 39 años, y los Patriots, dirigidos por el genio del emparrillado, el entrenador en jefe Bill Belichick, que tienen marca de 16-2.
Ambos estarán de nuevo juntos, en Houston, para disputar el séptimo Super Bowl como profesionales, y buscar el quinto título de campeones, si consiguen vencer a los Falcons de Atlanta.
Brady llega a un escenario que le es conocido, el NRG Stadium, el campo de los Texans de Houston, donde en 2004 lograron la victoria en el duelo ante los Panthers de Carolina con gol de campo milagroso en los últimos segundos del pateador Adam Vinatieri.
Pero el nuevo Super Bowl que Brady va a disputar tiene para el legendario pasador más alicientes que nunca, dado que busca mostrar que ha sido siempre un jugador limpio, y que el problema de los balones desinflados fue utilizado por el comisionado de la NFL, Roger Goodell, como escape para mejorar la imagen del deporte afectado por casos de violencia doméstica, drogas y lesiones.
Los aficionados de los Patriots corearon “¿Dónde está Roger?” en el estadio Gillette durante el encuentro por el campeonato de la Conferencia Americana (AFC), burlándose del comisionado de la NFL, que tendría que entregar el trofeo Lombardi a Brady y los Patriots si vencen a los Falcons el próximo domingo.
Brady no quiere hablar de nada negativo de lo sucedido en el pasado, ni tampoco expresa que con un nuevo título de Super Bowl busque vengarse.