SAN JOSÉ.— Caminamos como zombies, como auténticos zombies. Reconoces a los colegas hasta que chocas con ellos o de plano te los topas frente a frente.

Es la locura del “Media Day”, que para la edición 50 del Super Bowl fue bautizado como “Opening Night”.

¿El gran ganador de la noche? Yo diría que Peyton Manning. Fue el jugador más asediado, le preguntaron de todo —como sucede en estos días dedicados a la prensa— y hasta lo hicieron repetir tres veces “Omaha”, una de sus palabras favoritas antes de recibir el balón en el campo.

Fue el más asediado, pero no el más ovacionado. Esa distinción se la llevó un personaje que ni siquiera va a jugar el Super Bowl 50: el legendario Jerry Rice.

El ex receptor de los 49ers e hijo pródigo de San Francisco y sus alrededores, hizo gritar a toda la gente en la arena SAP cuando fue presentado en un pánel de NFL Network, enfundado en ese jersey rojo con el 80 que hoy forma parte de la mitología de la NFL.

No faltaron los personajes estrambóticos de siempre. Un duende, un hombre vestido completamente de naranja, un esquiador austriaco y un tipo ataviado como despampanante rubia. México no se podía quedar atrás y, cortesía de TV Azteca, envío al “Opening Night” a un payaso mexicano y a un par de títeres-hormiga.

Los jugadores están acostumbrados. Cooperan con las ocurrencias de la “prensa” que se da cita año con año en el Super Bowl.

Cam Newton fue el jugador de Carolina que más cámaras y reporteros acumuló en su pedestal. Con un paliacate del Super Bowl 50 atado a la cabeza, el extravagante quarterback de las Panthers respondió a la preguntas con un dejo de prepotencia.

Algunos podrían decir que es su confianza, pero me dio la impresión que Cam estuvo a la defensiva.

Quizá todo se deba a las declaraciones de la semana pasada, cuando dijo que es “un quarterback negro” que incomoda a muchas personas.

Después quiso matizar el asunto, asegurando que en ningún momento se refirió a un problema de racismo, pero creo que a todos nos quedaron muy claras sus palabras.

Así como son diametralmente opuestos los quarterbacks, así son estos dos equipos. Uno es serio, porque está chapado a la antigua y el otro puede identificarse fácilmente con los “millennials”. Uno representa al rock clásico y el otro al hip hop.

Y no es que uno o el otro esté mal. Únicamente son distintos y cada uno tiene su público.

Basta verlos vestir u oirlos hablar para notar la brecha generacional que parece que existe entre estas dos franquicias.

Comenzó el circo del Super Bowl 50 y me queda claro que la mayoría está con Peyton, pero únicamente por un asunto sentimental.

ivan.pirron@eluniversal.com.mx

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