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hector.morales@eluniversal.cpm.mx
Río de Janeiro.— Mantuvo la guardia arriba hasta el final en la búsqueda de un golpe de nocaut, pero sus puños no pudieron más. Son de bronce. El sueño de la medalla de oro o plata se terminó en cuanto sonó la campana. Misael Rodríguez perdió la semifinal de peso medio (75 kilogramos) y quedó en tercer lugar del boxeo olímpico.
Su rival, el uzbeko Bektimir Belikuziev, lució dominante. El ímpetu del mexicano terminó neutralizado con cada golpe certero a su rostro. El chihuahuense quería atacar, pero fue mantenido a raya por la velocidad del contrario. En los tres rounds terminó derrotado Rodríguez, de ahí la decisión unámine de su descalabro.
Pero el peleador nacional salió con una sonrisa. Bandera de México en los hombros, el orgullo intacto, porque en medio de la oscuridad que ha vivido la delegación en Río 2016, su metal ilumina. Para él, fueron los “Olímpicos perfectos”, porque “tapé bocas.
“Decían que iba a venir a pasearme a Brasil, pero mi medalla habla por sí sola”, reta el peleador, quien saliera a las calles a botear por falta de recursos.
“Se la dedico a mi madre. Mi novia [Tamara Vega, pentatleta] estuvo aquí presente en la pelea de mi vida. Me siento muy orgulloso, nunca me imaginé que lo lograría”, describe.
Rodríguez tiene un mensaje para los dirigentes del deporte en México. “Esto debe ser un abrir de ojos para que se den cuenta de que en nuestro país hay mucho talento. Deben dejarse de líos; sólo le hacen daño al deporte”, remata.
El único medallista por México aún duda si convertirse en profesional. Sabe que en el boxeo amateur se sufre, pero advierte que “también he conocido a algunos que son profesionales y me cuentan que no les va tan bien.
“Disfruto mucho de representar a mi bandera. Hay que pensar bien lo que viene, se abren muchas oportunidades. Hay que tener la cabeza fría, poner los pies en la tierra y después decidir”.
Misael Rodríguez aún no tiene la medalla en su pecho; la premiación de su categoría será hasta mañana. Pero no le hace falta porque disfruta su logro, que “pudo ser mejor, pero hay veces que no se puede”.
Promete que va a disfrutar la conquista con su familia, su pareja.
Pocos sabían de él antes de Río 2016. Hoy nadie olvida que es un medallista de bronce, el único que le ha dado luz a un país sumido en las derrotas olímpicas y conflictos de escritorio.